martes, 21 de junio de 2011

¿Una economía de auge real o percibido?

A propósito de un artículo del Profesor Morales en Página Siete, titulado "Quien adelante no mira, atrás se queda".

Mauricio Ríos García
http://riosmauricio.com
riosmauricio@yahoo.com

Todo empresario es único en talento, trabajo, emprendimiento, capacidad creativa y esfuerzo para aprovechar y conseguir mayores ganancias para, de esta manera, ser la base de un crecimiento económico sólido y sostenido. Sin embargo, en un país de economía intervenida, el período en que se reporta datos agregados positivos, en realidad induce errores cualitativos de inversión, reportando destrucción de valor y pobreza subsistente.

El mecanismo es muy sencillo. Sucede que cuando el Estado pretende estimular la economía o es lo suficientemente poderoso para arrancar riqueza anteriormente creada por otros, la redistribuye selectivamente, ya sea de manera directa en forma de transferencias de dinero en efectivo, o indirectamente en forma de crédito barato a través del sistema financiero.

La política de crédito fácil y barato

Explicar este problema tiene que ver con el ajuste de las tasas de interés o la facilidad en el acceso al crédito. De esta manera, cuando las tasas son reducidas deliberadamente, el claro objetivo es el estímulo de consumo en una economía con elevada liquidez e inversión estancada, provocando que los mercados accionarios se agiten hacia arriba, que los bonos se reanimen y que las monedas extranjeras oscilen, asociando menores tasas de interés y una mayor concesión de crédito fácil a la espera de la prosperidad. Lo que acaba de ocurrir, sin embargo, es simplemente una ilusión y, por tanto, el efecto será exactamente inverso al de la prosperidad que se espera.

Por ahora, el optimismo se ha generalizado y los empresarios y nuevos emprendedores continúan solicitando préstamos a la banca privada, pero ésta lo concede sin el respaldo real por el cual el banco central tendría que hacerse cargo en situaciones adversas pero, como vemos, considera que la promoción del crédito nuevo y fácil es más importante, y será otro el momento para evaluar su solvencia.

Este es el escenario donde juntos se encuentran la facilidad en el acceso al crédito de los empresarios, el constante incremento salarial para los trabajadores, el incremento en el consumo y los lujos que nadie conoció antes por cuenta propia y, aunque no sea capaz de entenderlo, el gobierno observa el incremento de la recaudación impositiva, atribuyendo el hecho a las consignas contra el capitalismo.

Probablemente, en todo período de prosperidad, todo empresario puede haber declarado que este no se trata de un "boom" temporal, sino de la última gran prosperidad que durará mientras tenga las fuerzas para trabajar. Sin embargo, la realidad es que el auge está siendo construido sobre la base de papel impreso y en la idea de que allá afuera existe más bienes de los que en realidad hay.

El problema es que cuando se promueve activamente el crédito barato, se genera una distorsión en el precio del mismo y lo aleja de su valor real, provocando que el empresario, por tener la información equivocada respecto de la verdadera tasa de interés que el mercado asignaría, invierta masiva, sistemática y erróneamente en aquellos proyectos que parecen viables, por más arriesgados que parezcan pero, al momento en que el mercado detecta aquellos errores, deben liquidarse activos y, al sostenerse el mismo pasivo en el banco, se habrá destruido valor.

La relación entre la inflación y la expansión del crédito

La inflación y la expansión del crédito son muy similares, casi lo mismo en realidad. La diferencia está en que en el primer caso, el total del nuevo dinero va directo al mercado de créditos y aunque no se lo gasta en consumo, sí termina siendo prestado en el sector empresarial. Por tanto, la primera consecuencia de la expansión del crédito es la expansión empresarial, viniendo todas las consecuencias como efecto de ésta última.

En el caso de la inflación, el dinero adicional se dirige primero hacia las manos de quien vaya a gastarlo, como el gobierno en el gasto corriente, por ejemplo. De esta manera, el curso de la inflación es diferente.

La secuencia de cada uno es distinta, pero ambos son lo mismo en esencia, porque así como el dinero de la inflación alcanza el mercado de inversiones, el dinero de la expansión empresarial habrá alcanzado el mercado del gasto. Es decir, si el dinero adicional se dirige primero a los granjeros, la demanda de crédito por parte de los mismos cae, y el monto que hubiesen absorbido sin la expansión de crédito se encuentra disponible para provocar el auge en cualquier otro sector. El auge no puede ser dirigido, pues ningún sector de la economía se encuentra aislado, no importa dónde empiece.

¿Por qué el crédito no puede expandirse deliberadamente?

La falla en la expansión del crédito se debe a la imposibilidad de sustituir bienes de capital inexistentes con papel. Lo que en realidad se necesita para la expansión de la economía son mayores bienes de capital, mayor ahorro previo.

Por ejemplo, si las autoridades no deciden facilitar dinero, sino más bien los medios de producción como máquinas, herramientas y materia prima de manera directa (lo que quienes en una economía intervenida llamarían "política contra cíclica") provocaría que el gobierno convierta el auge en uno mucho mayor, apareciendo en el mercado como el mayor comprador.

Si la banca no detiene este proceso hasta el último minuto, entonces la expansión del crédito habrá avanzado hasta el inevitable colapso de la moneda, como sucedió en distintas experiencias hiperinflacionarias. Si la gente no mantuviera cierto escepticismo al respecto y más bien se preparara para la contracción buscando mecanismos que sostengan la institucionalidad de la libre empresa como lo es la propiedad privada, el intercambio comercial voluntario y las garantías en el cumplimiento de contratos, entonces ésta no sería tan peligrosa.

Las razones que hacen que el auge llegue a su fin han sido siempre distintas, por factores accidentales y no se las puede evitar. No obstante, en la medida que tarde en llegar la crisis, mayor será el capital mal invertido y mayores serán los daños.

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