Bernardo Corro Barrientos
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La marcha de los indígenas del TIPNIS (Territorio Indígena Parque Nacional Isiboro Sécure) y los hechos suscitados por ella generaron profundas enseñanzas. La primera fue que el país no está constituido por “36 naciones”, como lo proclama el gobierno “plurinacional” actual y la Constitución Política del Estado (CPE) de 2009, sino por una sola nación. Los objetivos de los indígenas marchistas por el respeto a la naturaleza, a los derechos humanos, sociales, económicos y políticos, revelaron que se trataban de los derechos de todos los habitantes de la nación. El pensamiento ideológico que se impuso en la CPE estaba equivocado al pretender dividir al país en varias naciones, utilizando criterios culturalistas superficiales. Los indígenas del TIPNIS encabezaron la lucha de todos los indígenas y de toda la nación contra los que pretendían dividirla.
La segunda la dieron al rebelarse contra la pretensión del poder ejecutivo de utilizar a los indígenas solo como “siervos políticos”, como lo pretende la CPE y la ley de Autonomías. Con la supresión del derecho al “voto universal individual y secreto” (conquistado en 1952) en las denominadas “autonomías indígenas” y la imposición del ardid de la elección por “usos y costumbres” para la elección de sus representantes “autonómicos”, manejado por el Ministerio de Autonomías, el gobierno pretendía utilizar a los indígenas solo como “siervos políticos” entorpecedores de las autonomías departamentales y municipales. La marcha mostró que los indígenas no aceptan ser considerados como simples instrumentos del poder ejecutivo.
La tercera enseñanza es que no existe un “bloque indígena popular en el poder” como lo proclama la retórica gubernamental sino una “oligarquía burocrática de Estado” en formación similar a las existentes en los regímenes autoritarios de Estado como en Cuba, Corea del Norte y las satrapías árabes. Para la elite burocrática el criterio que prima en sus decisiones no es el bien de los indígenas ni la prosperidad de la nación sino su interés político, social y económico de fortalecimiento y perpetuación en el poder. Esta naturaleza fue revelada con la pretensión de imponer autoritariamente los intereses de las transnacionales petroleras y el apoyo a la expansión cocalera, sin consideración por los derechos de los indígenas, por la protección de la naturaleza y de los intereses de la nación. La elite no respetó ni a su propia CPE que dice respetar a las “naciones” originarias indígenas. Los “rostros indígenas” en las fotos del “bloque indígena popular” gubernamental no logran encubrir la naturaleza de las cuatro personas que dirigen el poder.
Una cuarta es que las luchas de los pueblos indígenas por sus derechos y territorios plantean una contradicción fundamental al “corazón” del modelo económico estatista burocrático. El modelo considera “estratégico” solo a la extracción estatal de los recursos naturales y bloquea y subordina a los otros sectores como a la industria pequeña y mediana y a la agricultura. Los recursos naturales que requiere la elite para su supervivencia y perpetuación futura se encuentran justamente en los territorios indígenas. La extracción y exportación de los recursos naturales como materias primas permite generar “los excedentes” para que la elite, gracias a su “espíritu filantrópico y caritativo” pueda redistribuirlos a la población empobrecida para conseguir su lealtad y subordinación. Este modelo desequilibrado si bien fortalece el poder de la elite, causa lamentablemente el atraso económico de los sectores productivos y la pobreza generalizada de la población.
Una quinta enseñanza, finalmente, está constituida por el fracaso de la ideología dominante que constituyó el pensamiento único de la CPE y del discurso gubernamental. Esta ideología conformada por la mezcla de marxismo tradicional disfrazado con las utopías engañosas y pirotecnias verbales de la antropología culturalista de moda de la “izquierda champan“, comienza a resquebrajarse al enfrentarse con las necesidades económicas, sociales y democráticas de los indígenas y con la realidad histórica de la nación boliviana (libro inédito “Bolivia: economía burocrática o desarrollo económico, 2006-2010”).
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