Armando Méndez Morales
amendezmo@yahoo.es
Mi buen amigo y colega Alberto Bonadona escribió un artículo titulado: "Ciencia económica y moral", siendo el elemento central de su reflexión el mercado. Aprecio que él ingrese al debate sobre lo que es una economía de mercado. Los economistas y Bolivia requieren su discusión ya que el país, nos guste o no, es una economía de mercado.
El mercado no es punto de partida de la sociedad humana ni la vida misma. La producción lo es. El hombre desde que es hombre se ha enfrentado al reto de tener que conseguir sus alimentos para sobrevivir y esto le llevó a la producción de bienes. En las primeras etapas el hombre producía por si mismo lo que necesitaba o lo obtenía violentamente de algún otro quitándole o expropiándole. La civilización - la modernidad- se caracteriza porque la única manera de obtener algo que se necesita privadamente es por medio del intercambio voluntario, lo cual se conoce como economía de mercado.
La vida no es sólo producir, no es sólo actividad económica, pero si es lo más importante. Miles de años el hombre cazaba y solo extraía de la tierra lo que esta le ofrecía. Tuvo que llegar la famosa revolución industrial para que se produjera bienes en masa, con lo que se generalizó el intercambio. Por primera vez se generalizó el salario. Antes de eso la mayoría de la población, que vivía en el campo, no tenía esta remuneración. Con su salario la gente en las ciudades, por primera vez, asegura las "tres comidas del día". Voluntariamente entrega su salario al productor de comida y este le satisface esa vital necesidad. Disminuye la mortandad en el mundo.
En una economía de mercado la gente no piensa todo el día en "hacer dinero". Lo que la gente hace en el día es trabajar, porque es la manera dominante mediante la cual se obtiene ingresos para intercambiarlos en los mercados y de esa manera satisfacer sus necesidades. A mayores ingresos mayores las necesidades y deseos satisfechos. Los trabajadores durante ocho horas tienen que pensar sobre su trabajo, en cambio los empresarios, por lo general, trabajan más. Desde que hay celular se observa como mediante este instrumento valioso de comunicación los empresarios salen de sus oficinas y siguen trabajando. No hay empresario exitoso que desde que se levanta no piensa sobre sus negocios.
En la medida que los mercados de trabajo se desarrollan se observa la inmensa variedad de la calidad del factor trabajo y las grandes diferencias salariales. Los trabajadores en las empresas son como los equipos de fútbol, colaboran y compiten. Ambos requieren reglas y que se cumplan. La competencia y la colaboración son inexorables. Todos ganan pero unos ganas más que otros. Esto está bien si es consecuencia de la competencia, de la escasez de la especialidad y de la mayor productividad.
La acumulación de capital, que fue una condición para el éxito de la revolución industrial, es sin duda un valor para toda aquella persona que quiere ser empresario. Sin capital no se va a ninguna parte. Y de seguro que este personaje "piensa desde la mañana como hacer dinero, al medio día como hacerlo crecer y por la noche como acumularlo". Es conocida la frase, cuida los centavos que los pesos se cuidan solos. Y a todos nos gusta acumular lo que consideramos riqueza.
En la actividad económica, vale decir en el intercambio, todas las personas queremos obtener el máximo ingreso de lo que hacemos con el menor costo posible. Y aquí entra la moral y los valores. Individuos sin moral son los que se dedican al intercambio delincuencial, como es el de los mercenarios, tráfico de órganos, trata de blancas, de niños. etc. pero estos no son los más, son los menos como todo lo delincuencial. Este nefasto tipo de intercambio se elimina por la educación moral de la gente o por el acuerdo social de su prohibición que se expresa en una ley.
Es también cierto que la gente no sólo busca ingresos en su vida, también busca otras miras. Se observa, en la medida que la gente se enriquece, comportamientos altruistas. Fortunas que son donadas a universidades o para actividades benéficas en favor de los pobres. Hace poco los 40 más grandes ricos del mundo han decidido donar la mitad de sus fortunas, entre ellos Bill Gates.
Mientras la conducta de los empresarios exitosos los lleva a la acumulación de capital, hay otras personas que ante todo buscan "el reconocimiento de su propio valor, de su intrínseca dignidad". Entre estos se destacan quienes buscan la gloria, están los héroes de guerra, los auténticos revolucionarios de todos los tiempos que se alzan en armas con el propósito de construir la utopía en la tierra, pero mientras sobreviven también matan a muchos inocentes, escudados en su doble moral.
Por tanto la moral y el mercado son ámbitos diferentes de la vida del hombre pero que se encuentran.
El mercado es el orden social por excelencia que se desarrolla desde lo simple a lo complejo, desde el intercambio esporádico hasta el generalizado. Es un sistema económico que responde a sus propias leyes, una de ellas es la competencia, cuyo éxito está en su eficiencia, históricamente demostrado como el mejor sistema económico creador de la riqueza porque se asienta en el principio más importante del hombre que es la libertad, lo que le lleva a desarrollar sus iniciativas y creatividad. A los oferentes no siempre les gusta competir, sean empresarios o sean trabajadores, prefieren ingresos seguros que les puede otorgar la intervención gubernamental, que los inseguros que otorga el mercado, o alternativamente actúan de manera monopólica, sin serlo, porque tienen el amparo del estado, y que es la forma de concentrar el ingreso.
La moral corresponde al mundo de la ética. Mientras el mercado enseña a la gente a ser eficiente, la moral le enseña a desarrollar su actividad económica eligiendo el bien y no el mal. Hombres morales y eficientes dieron el salto histórico en la Inglaterra del siglo XVIII bajo la religión protestante. Hoy, a esto se llama educación.
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