domingo, 19 de febrero de 2012

EL PEPINO

Julio Ríos Calderón
jrioscalderon@hotmail.com



Detrás de la máscara del pepino se esconde un instante el ser humano que quiere despejar su mente. Olvidar por momentos -quizá horas- las duras jornadas de trabajo, los problemas económicos, la convulsión en la que se debate el mundo.

¿Quién se esconde detrás del disfraz? ¿Quién está detrás de esa policromía? ¿Quién golpea al transeúnte, espectador o público con esa "matasuegra" bicolor?

Es el hijo natural del carnaval. No tiene certificado de nacimiento, sino antecedente de un día de farra que lo convirtió en un saltimbanqui audaz y atorrante que por sus actos fue a dar a una comisaría. Allí se le registró.

Tampoco en los estudios e investigaciones se concluyó en su origen. Seguramente se descubrió a un pariente francés de aquella máscara de traje enteramente blanco y protagonista de las pantomimas callejeras que, vestido también de blanco, asomaba con el rostro cubierto de harina.

Se le llama el pepino, y no es un payaso boliviano ni un Pierrot. No. Está comprobado que su identidad es anónima.

¿Qué o quién es el pepino? Una imagen expósita que se pierde en un cuento de la Cenicienta, pero en la ciudad de La Paz. Ahí nació, y luego del embarazo desconocido -metamorfosis de hombre a bufón callejero- el parto fue realizado por una costurera, la que hizo que se concibiera una careta graciosa de expresión amena, tierna y a la vez alegre. Muy simple.

No se lo invita a las fiestas en casa. Su lugar es otro: la ciudad. Su atmósfera: el aire, la luz, la algazara. Mira, grita, salta, se divierte con los pies, con las manos y con el corazón, corre por las arterias de la ciudad, molestando a uno y otro, que de pronto alguien en defensa le arremete con el globo de agua o el balde cuyo líquido incoloro es arrojado al pepino hasta dejarlo totalmente mojado. Y los niños alegres, divertidos por los ademanes y picardías del pepino, acompañan el juego del carnaval con la frase: "Pepino, chorizo, pepino, chorizo, sin calzón'"

¿Y su cuerpo?. Más sencillo aún. La costurera hizo posible que una sola pieza diera a luz al conjunto del pepino en forma de un chorizo pintado de dos, cuatro, seis o más colores.

Llega la fiesta del carnaval. Centenares de pepinos invaden las céntricas calles de la ciudad de La Paz y dan rienda suelta a su alegría y a su insolencia, manipulando un arma llamada "chorizo" que más adelante se la conoció con el nombre de "matasuegra". La gente contempla sonriente las picardías que acometen los pepinos, mediante bromas y ademanes propios del carnaval, en el marco de un jolgorio que no tiene parangón en ninguna parte.

Concluye la fiesta del carnaval. La ciudad se pierde en un tránsito poco regular y su panorama inscribe una estela de tristeza. Y poco a poco todo retorna a la normalidad.

El disfraz del pepino termina archivado en el viejo baúl, en el depósito o finalmente en un bote de basura entremezclado con mixtura y serpentina... Y a lo lejos del centro de la capital, se divisa un rostro con fracciones geométricas, una agresiva nariz respingada, dos ojos triangulares y una boca de labios gruesos similares a dos sonrisas sarcásticas. Es la careta de tan curioso personaje paceño.

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