lunes, 18 de junio de 2012

LOS GRILLETES DE EXTRACTIVISMO

Eduardo Campos Velasco
eduardocamposdc@yahoo.es

(Colquiri, la reedición de Huanuni, la disputa por la riqueza que genera el extractivismo)

Los últimos acontecimientos suscitados en la mina Colquiri, no son otra cosa que la expresión del patrón de acumulación que históricamente se ha mantenido en nuestro país, el extractivismo. Hoy como ayer, Bolivia vive de la extracción de recursos naturales no renovables, dependiendo dramáticamente de las fluctuaciones de los precios internacionales de los mismos. Datos recientes de la composición de las exportaciones del país señalan que más de 80% responden a gas y minerales, lo que muestra que como nunca – contrariamente a lo que sostiene el gobierno – somos totalmente dependientes de la dinámica económica externa, sobre la cual no tenemos ningún mecanismo de control.

En Cancún, Evo Morales le propuso al mundo abandonar el libre mercado, sin reparar que nuestra economía es una de las dependientes. El gobierno habla de dignidad y soberanía, pero se olvida mencionar que los ingresos del país dependen de interacciones de libre mercado que se producen muy lejos del palacio Quemado.

Bolivia, pese a todos los esfuerzos que se han hecho en distintos periodos (ya sean liberales o populistas), no ha podido superar esta dependencia peligrosa que nos ponen a merced de intereses económicos externos incontrolables para nosotros. Se trata francamente de los grilletes que no hemos podido quitarnos a lo largo de nuestra historia, mismos que – dependiendo de las bajas o altas de las cotizaciones externas – nos sumen en cíclicas crisis que desmoronan todo los esfuerzos de desarrollo.

El extractivismo - como patrón de acumulación- implica mucho esfuerzo y a la vez, provoca una inevitable disputa por los excedentes que genera. La economía extractivista puede generar altos ingresos, pero – también – está supeditada a factores incontrolables que hacen de su éxito algo pasajero. Bolivia, con el extractivismo en algún momento, logró consolidar una economía estatal bastante fuerte; sin embargo, esos periodos de auge, no han logrado modificar el carácter débil de Estado, mismo que nunca pudo resolver las demandas y expectativas de la sociedad, ni en términos individuales, menos colectivos.

La economía extractivista, además de ser una actividad de enclave, de poca duración y que no se expande, ha instalado en nuestro país, una falsa lucha entre privatizadores y nacionalizadores; entre los defensores del mercado y los del estado; provocando indistintamente de quien se impuso en cada fase del ciclo, la destrucción de instituciones públicas y privadas. Así, casi nunca se ha logrado acumular experiencias que permitan contar con un Estado fuerte y una red empresarial sólida, densa y experta y, por el contrario – cíclicamente - siempre hemos estado recomenzando, todo de nuevo.

La disputa de los excedentes generados por el extractivismo, han marcado la historia política y económica de país, congelando a la sociedad e impidiendo su modernización. El acceso a la riqueza, siempre ha estado mediatizado por la decisión política, antes que por una distribución equitativa de la propiedad y los derechos. La correlación de fuerzas políticas y la proximidad al estado, así como el peso de los corporativismos y la voluntad de los caudillos, han sido en última instancia, el mecanismo para el éxito o fracaso de cualquier iniciativa productiva.

En Bolivia - por esa dependencia extrema al extractivismo - la riqueza se la ve como materia de disputa y distribución y no como una imprescindible necesidad de colaboración y competencia para producir. Se tiene la falsa percepción de que en las interacciones económicas, en inevitable de unos ganen y otros pierdan. No se considera los emprendimientos, como creadores de oportunidades de beneficio colectivo y, por el contrario, se tiene una actitud hostil y de rechazo a todo lo que sea inversión privada. Por su parte, las inversiones que se producen desde el ámbito privado, en una gran proporción no consideran fundamental la sostenibilidad de los emprendimientos y se adscriben muy fácilmente a las ventajas de la cercanía al estado y la política.

Son las lecciones de la historia que nos enseñan que el extractivismo es la principal causa del subdesarrollo. De esta dependencia proviene que las políticas económicas oscilen entre privatizadoras y nacionalizadoras; que apostemos al futuro sobre la base de actividades insostenibles y altamente dependientes a variables externas incontrolables; que siempre estemos pensando en el corto plazo y nunca resolviendo el problema en el largo plazo; que no podamos superar las luchas entre partidarios del mercado y del Estado y no logremos institucionalidad; que el conflicto sea lo constante y que no podamos resolver los problemas estructurales como la pobreza, desigualdad, baja producción y productividad; que sean las revoluciones y refundaciones la principal actividad de la política, provocando la debilidad histórica del Estado y contribuyendo al fracaso del país.

Ese es el contexto que debemos tomar en cuenta, cuando lo de Colquiri, nos vuelve a recordar lo de Huanuni. Hoy, como ayer, el conflicto es por la posesión de los yacimientos, por la apropiación de la riqueza, por el privilegio de estar cerca al gobierno y el poder.

En todo esto, luego de 6 años de gestión de Evo Morales, lo evidente es la ausencia de políticas públicas que diversifiquen la economía del país, conforme dejemos el extractivismo y seamos cada vez menos dependientes de los recursos naturales no renovables. Bolivia, para enfrenar su futuro, con posibilidad de éxito, requiere priorizar una economía que genere riqueza continua y sostenible, sobre la base su propio emprendedurismo, incorporando inversión y tecnología para modernizar su aparato productivo. Solo así, en algún momento dejaremos de ser esclavos del extractivismo que nos sume en la disputa y el subdesarrollo.

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