martes, 23 de octubre de 2012

EL JUICIO DEL MENSALAO

Oscar Ortiz Antelo
oscar.ortiz.articulos@gmail.com

En el llamado juicio del siglo, el juzgamiento del Mensalao, el Supremo Tribunal Federal (STF) de Brasil está dando una gran muestra de independencia e institucionalidad que fortalece a la democracia brasileña y consolida su Estado de Derecho. Al juzgar y condenar por corrupción a importantes y poderosos dirigentes vinculados al primer Gobierno del entonces presidente Lula, cuando su partido aún sigue ejerciendo el poder, el STF lanza un doble mensaje: lucha contra la corrupción y contra la impunidad, incluso de quienes están en el Gobierno.

Esto es fundamental, pues no basta luchar contra la corrupción, sino acabar con la sensación, muy común en las democracias menos desarrolladas, de que esta es simplemente un pretexto o instrumento para perseguir a los adversarios políticos que ya no están en el poder, para evitar que vuelvan a surgir y se conviertan en una amenaza electoral, como generalmente sucede en Latinoamérica

Este es un caso excepcional porque juzga y condena a personas en ejercicio del poder o vinculadas directamente a los niveles más altos del partido gobernante. Este mérito es aún mayor si se considera que la mayoría de los miembros del Supremo Tribunal Federal ha sido nombrada por los Gobiernos de Lula da Silva y de la actual presidenta Dilma Rousseff, y hoy les toca juzgar a personas muy importantes que han ocupado los más altos cargos de confianza de quienes los designaron. Esto es llevar la independencia de poderes a la práctica y sentar las bases de una verdadera democracia de límites y equilibrios.

Un nuevo héroe ha surgido en Brasil: el ministro del Tribunal Supremo Federal, Joaquim Barbosa, primero de raza negra en llegar a esas funciones, relator durante siete años del proceso y próximo presidente del alto tribunal. De origen muy pobre, Barbosa es un ejemplo de superación personal, profesionalismo, transparencia e integridad en el servicio público.

No son las únicas muestras de lucha contra la corrupción que dignifican a Brasil. Durante la Presidencia de Lula, varios ministros fueron obligados a renunciar por investigaciones independientes conducidas por la Policía Federal, lo cual nuevamente muestra un ejemplo de independencia e institucionalidad en el desempeño de las funciones de las entidades públicas. Aunque afectaba a su entorno, hay que resaltar que el entonces presidente Lula respetó estas investigaciones.

Por su parte, la actual presidenta Dilma Rousseff ha obligado a dimitir a más de media docena de ministros de su Gabinete, afectados por casos de corrupción, a fin de que sean procesados en el marco del Estado de Derecho, actitud que la ha beneficiado con un altísimo nivel de apoyo popular. Muchos dicen que estos casos desmerecen a Brasil porque muestran que hay corrupción en los más altos niveles. En mi opinión, por el contrario, estos casos dignifican a Brasil porque nos señalan un camino para consolidar a las instituciones democráticas mediante el fortalecimiento de una justicia independiente, base fundamental de una nación que garantiza los derechos de sus ciudadanos, limitando el poder de sus gobernantes.

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