lunes, 11 de mayo de 2009

CONSTRUCTORES DE ESPERANZA

Ivan Arias Duran
Ciudadano Boliviano
ivanariasduran@hotmail.com

Que gordos en el pacifico, que flacos en el altiplano! Que invasores por el sur, que usurpados en el centro! Que neoliberales en el norte, que revolucionarios en el sur! Que k' aras (blancos) aquí, que t`aras (indios) acullá!...y así, hasta el cansancio, podría llenar esta columna de frases/consignas/lamentos que instan a la división/exclusión/discriminación obligándonos a hundirnos en el fango del rencor y el odio entre connacionales.

Actualmente este razonamiento domina nuestros discursos y practicas, sea de ciudadanos de a pie o autoridades. Rebuscar y resaltar lo que nos divide (antes que valorar lo que nos une/mancomuna/hace solidarios y capaces de alcanzar metas comunes) pareciera ser la tarea del momento en pos del bálsamo/placebo que cure/esconda nuestras ineptitudes.

En momentos de anomia como éstos, uno empieza a indagar si algo diferente hay en el ambiente, algo en qué soñar y que nos dé motivos para la esperanza. Para esta labor no es necesario ir a la China, las buenas practicas están en nuestra propia casa, es cuestión de sacudirse de la modorra dominante y ver/rever con ojos propios. Y en ése reconocer positivo miré a los Lípez, al Parinacota, a Tacna: al altiplano trinacional, a ese espacio que parece yermo, pero que es trascendente/vital.

En estas pampas, cordilleras y mares me reencontré con los constructores de la "Alianza Estratégica Aymaras Sin Fronteras", que se gestó en la reunión de Alcaldes Fronterizos el año 2001 en Chile (Putre) como instancia para mejorar las condiciones de vida de los Pueblos Aymaras del Espacio Fronterizo Trinacional: Bolivia, Chile y Perú. Desde aquel histórico encuentro, cuando todavía los organismos internacionales meditaban sobre el "desarrollo fronterizo", "integración fronteriza" y "cooperación fronteriza" como conceptos y procesos afines y a pesar de las volubles políticas de los gobiernos centrales, la Alianza ha dado pasos gigantescos en bien de la unidad, la integración y el vivir mejor de las 200 mil personas que se asientan en 128.000 Km2 de mutuos desafíos.

La Alianza "permite a los alcaldes fronterizos sobrepasar una línea de demarcación estructuralmente conflictiva desde su creación con la guerra del Pacifico (1879), y demostrar que es posible quebrar las trancas mentales". En la Alianza los alcaldes y la sociedad conviven con la inevitable interrelación entre modernidad, etnicidad y territorio ancestral y por ello buscan un reconocimiento que no sea solamente vertical y estatal, sino también internacional.

La Alianza no busca limosna, no es un grupo de presión; solo se esfuerza en crear oportunidades para progresar. Es proactiva, muy a contra pelo de la tendencia general a la que estamos acostumbrados. No se amilana ante la globalización y mas bien busca aprovechar las oportunidades y los medios para interactuar con el mundo desde sus dinámicas territoriales y desde sus inquietas raíces culturales (etnoglocalizacion). La visibilidad internacional de la frontera les permite hacer aplicaciones innovadoras de los límites nacionales y proponer a sus gobiernos y la cooperación internacional una lectura inclusiva de las líneas divisorias en función del bien mancomunado/aliado.

Desde su creación varios proyectos trinacionales se han diseñado y ejecutado en áreas de turismo, agropecuaria y comercialización. Actualmente, con apoyo del BID, están en pleno proceso de diseño de la estrategia "Recuperación, Fomento y Puesta en Valor del Patrimonio Cultural y Natural Aymara" que involucra a los 52 municipios de la Alianza.

El principal constructor de la Alianza, Francisco Humire, alcalde de Putre, de padre boliviano y madre peruana, y los alcaldes bolivianos fronterizos de entonces, me invitaron el 2001 a Putre para que, ya en calidad de Viceministro de Planificación Estratégica y Participación Popular, ratifique y firme el apoyo del Gobierno Boliviano a la naciente Alianza. Desde esta silenciosa experiencia podemos aprender que las puertas de la sabiduría popular nunca están cerradas; que los buenos gobiernos producen ciudadanos que se distinguen por su valor, su tolerancia y amor a la justicia y al trabajo. En cambio, los malos gobiernos los hacen cobardes, rapaces y esclavos de todos los deseos deleznables.

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