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El surgimiento de los movimientos sociales latinoamericanos, es el producto de una combinación de elementos culturales, estructurales e individuales. El origen son los profundos cambios en el sistema capitalista mundial y en los socialismos del este europeo, teniendo un fuerte impacto en América Latina al cerrar el ciclo de las dictaduras del cono sur y abrir pasó a los ajustes y transformaciones que le impuso el denominado "Consenso de Washington" en los noventa. Varios movimientos latinoamericanos, surgen en respuesta al deterioro de las condiciones de vida, de amplios sectores de la población, así como la globalización, la corrupción, narcotráfico, terrorismo, autoritarismo etc. En los últimos treinta años, Esos cambios en las estructuras de poder en diversos países permitieron que estos movimientos adquirieran fuerza y acrecentaran su poder de convocatoria y movilización, Igualmente la pérdida de legitimidad y confianza de algunas de las instituciones democráticas, (particularmente partidos políticos) esto, contribuyó de manera importante a la vigorización de la sociedad civil y la formación de movimientos sociales.
En la segunda parte de los años noventa América Latina, aparece atravesada por diferentes movimientos sociales de significación nacional, México el levantamiento zapatista en la selva Lacandona en 1994 indígenas y campesinos en contra del libre comercio con Estados Unidos; Ecuador el CONAIE en 1996 y en 2000 culminan con la caída del gobierno; Argentina los trabajadores desocupados desencadenaron en la renuncia del gobierno a finales de 2001;Brasil las iniciativas de ocupaciones de tierras masivas de carácter nacional, por el Movimiento Sin Tierra (MST); Paraguay campesinos movilizados logro la caída del presidente Cubas Grau; Perú intensas protestas sociales (los Frentes Cívicos regionales) marcaron el fin de Fujimori, en nuestro medio la "Guerra del Agua" en Cochabamba y el movimiento cocalero en el Chapare permitió alcanzar liderazgos y presencia parlamentaria y finalmente la elección de su líder como presidente. En los años ochenta, consolidado ya la democracia en casi todos los países de América latina, se inició una etapa de profundización de la aplicación de políticas económicas, Muchas de ellas con impacto negativo en importantes grupos de las poblaciones. Al mismo tiempo, los sistemas políticos estaban dirigidos a la inestabilidad y creciente fragilidad, reflejada en indicadores de insatisfacción con la democracia; desconfianza en los partidos y los parlamentos.
Los movimientos sociales, se han expresado en los escenarios de forma muy diversa. Algunos, convertidos en movimientos políticos, llegando directamente al poder e institucionalizar sus proyectos de acción política. Otros, contrarias a las fuerzas políticas tradicionales desafiando abiertamente la institucionalidad democrática. Por último, algunos han pactado con estas mismas fuerzas y los términos de esas alianzas de gobierno han resultado efímeros e ineficaces. La cuestión clave consiste en saber si la mayor presencia de los movimientos como actores políticos se debe considerar como un desafío, a la vieja democracia representativa, o como una oportunidad real para ventilar y consolidar los avances democráticos ya conseguidos a través de una nueva ola de democratización alternativa.
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