viernes, 18 de diciembre de 2009

BOLIVIA: LA AGONÌA DEL PASADO

Ramiro Calasich G.
ramiro.calasich@gmail.com
http://ramiro-calasich.blogspot.com

"Las tiranías fomentan la estupidez" (Jorge Luis Borges)

La victoria del Movimiento al Socialismo (MAS) no sorprende,
estremece. El caudillo ha vencido y con él, otra vez, un proyecto
reaccionario, asentado en el arcaico populismo y el rancio
nacionalismo, esta vez bajo la coartada indigenista. Su secreto,
triste y vergonzoso, es aparentar que encarna las aspiraciones de los
más humildes, cuando en realidad se trata de un escalofriante salto al
pasado, aquel que únicamente produjo miseria y degradación. Sin
embargo, si tomamos en cuenta hacia dónde soplan los vientos de la
historia (democracia, globalización, conocimiento, inclusión, etc.),
no podemos menos que concluir que el triunfo del oscurantismo es sólo
una derrota demorada. Lo que realmente preocupa es que este crimen
tenga tanta cantidad de cómplices. Albert Einstein lo sabía: "Hay dos
cosas infinitas, el Universo y la Estupidez Humana".

Queda claro que el MAS es un naufragio político en las agitadas olas
del populismo, que combina la incontinencia discursiva del caudillo,
en una irresponsable y bochornosa embriaguez ideológica (por ejemplo:
marxista-leninista declarado, además, presidente de los cocaleros del
trópico cochabambino, cuya producción se halla vinculada a las
oscilaciones del mercado del narcotráfico, hecho que lo vincula
íntimamente con el "capitalismo salvaje"), con el nacional-indigenismo
del vicepresidente –cerebro por el que divaga el régimen-, expresión
de aquel cenáculo de académicos, enamorados de la barbarie, que sirve
de orientación al gobierno y que intenta injertar los devaneos
multiculturalistas acuñados lejos de nuestras fronteras (vaya
descolonizador), y cuyo norte es el idílico sueño estalinista, esta
vez presentado de forma extravagante: el desarrollo del capitalismo
–ahora "andino-amazónico"- dará paso al socialismo del siglo XXI,
neologismo que esconde un proyecto nacionalista de base campesina y
discurso indigenista, es decir, una suerte de nacional-socialismo
indígena, donde resulta difícil separar las erupciones estalinistas de
los sarpullidos fascistas. Si el nacionalismo de los '50 se asentaba
en una ilusión desahuciada, los nuevos nacionalistas se erigen sobre
una terca e ignota reincidencia del fracaso.

Sin duda, el primero, el caudillo de la arenga omnipresente; el
segundo, el omnímodo ideólogo aparente; ambos, expresiones
antediluvianas del populismo nacionalista que no termina de morir;
cada cual dependiendo de forma vital de cada quien, pues, mientras uno
pone el color de la piel y espolea a la masa, el otro aporta las ideas
que dan forma al extravagante experimento. Si en la segunda gestión de
gobierno se asegura edificar un nuevo Estado, está claro quién tendrá
las riendas del régimen.

Así, detrás de la demagogia patriotera y la histeria contra la
economía de mercado, muestran su rostro añejo el populismo y el
nacionalismo, salpicados ahora por un condimento bárbaro: la raza
presentada como principio ideológico (¡Racismo!). No es todo: la
ignorancia atroz ha encendido el mito del caudillo epónimo y del sueño
prístino del retorno al paraíso perdido, y ha dado rienda suelta a los
abusos de insensatos justicieros que claman por la revancha. La razón
en estado de sitio, la conciencia agonizante, la hora del instinto y
de la estupidez descarriada. En resumen, craso autoritarismo autóctono
regido por visiones ímprobas.

Debajo de los paladines del atraso, hierve una larga procesión de
encubridores, cortesanos y siervos, de las más dispares y disparatadas
posturas: desde radicales de sueños de sangre –de izquierda y
derecha-, pasando por neoliberales conversos, progresistas
extraviados, hasta vástagos camuflados de las dictaduras; todos,
beatos seguidores del errante caudillo, del sibilino pensante y de su
arqueológico ensueño, guiados por una visión ardiente y microscópica
de la realidad; afanados en justificar, con pasión y en total orfandad
de ideas, prejuicios, crímenes y las más innobles prácticas políticas;
algunos con el fanatismo despuntando en la mirada, en el grito que
acalla y en el puño que impone. Más abajo, mucho más abajo –como
siempre-, la masa gris de espectrales indígenas-campesinos, inducidos
a votar, marchar, matar y morir, siempre esperanzados, seguros que el
color de la piel del caudillo, sus prédicas apocalípticas y sus
dádivas menesterosas son el signo que inaugura un nuevo tiempo...
"Ahora es cuando".

Muy junto, la oposición, sorprendentemente en el mismo polo. No debe
extrañarnos, unos y otros representan el mismo fenómeno: la agonía del
pasado, el atraso congénito, el Estado fallido, cuya expresión
execrable es el populismo, al principio de nuestra historia bárbaro y
feudal, luego liberal corrompido, más tarde nacionalista mísero, hace
poco neoliberal expoliador, ahora nacional-racista. Así, mientras que
el régimen actual es la reencarnación desahuciada del nacionalismo
populista, la oposición responde a una suerte de populismo
desamparado, sin paradigma ante la capitulación de sus apetencias
neoliberales. Ambas posturas con la visión nimia, inspirada siempre
por intereses inconfesables, razón de su inveterada relación adúltera
con la democracia y del uso de la ciudadanía como tropilla de votantes
o ejército de ciegos peones.

Si los nuevos nacionalistas expresan a los sectores más atrasados de
la sociedad, básicamente al campesinado andino (su visión pre-moderna
moldea ahora al país, por ello su avidez de tierra, ajena a todo
proceso industrializador), los demacrados opositores expresan lo más
vetusto de la burguesía nacional, aquella que vivió medrando del
Estado desde las banquetas de la plaza Murillo –nacionalistas o
neoliberales, según convenga-, hasta que aquella poderosa irrupción
popular -espontánea y errática, encendida por el eterno oprobio-, los
obligó a buscar refugio en sus propiedades, camuflándose entre quienes
impulsaban otro levantamiento, esta vez regional, que reclamaba lo que
el Estado Nacional, a manos de nacionalistas y neoliberales, también
les había negado: el progreso. Unos y otros, cómplices de los mismos
atropellos: atraso y corrupción, desfiguración de la democracia,
manipulación ciudadana, marginación de los más humildes y postergación
de las regiones. No hay duda, las ideologías, no importa cuán
disímiles o exiguas sean, terminan siempre perpetrando las mismas
iniquidades.

En el escenario opositor, huérfano y desolado, no podemos dejar de
mencionar a los nuevos caudillos bisoños (principitos), pregoneros de
lo que llaman "el verdadero cambio" -para diferenciarse del "cambio"
oficial-, cuyo objetivo no es otro que reproducir, con patológica
idiotez, los vicios del populismo agonizante; sin duda, objeto de
estudio de esforzados entomólogos políticos.

ARTILLERÍA PSICOLÓGICA

Pese a que oficialismo y oposición expresan las dos caras de nuestro
atraso, a partir de enero de 2006, cuando el caudillo fuera
entronizado en las ruinas de Tiahuanacu -a la cabeza de un alzamiento
ajeno al que supo acomodarse-, el agonizante pasado mostró un rostro
abominable: la experiencia más devastadora de manipulación ciudadana a
gran escala que Bolivia haya conocido. Desde sus primeros pasos, el
"gobierno del cambio" se cobró su primera víctima: la libertad de
pensamiento.

No creemos exagerado afirmar que, a partir de enero de 2006, Bolivia
ha dejado de ser un país de carne y hueso, para convertirse en
ilusión, apenas un paisaje, espejismo hábilmente fabricado y difundido
–incluso exportado- en miles de spots, cuñas radiales e histriónicos
discursos, listos para el consumo masivo. La promesa del caudillo
-como palabra revelada-, convertida en verdad incuestionable: El
Cambio. Su habilidad manipulativa llegó a tal grado que, incluso,
líderes de todo el mundo, empujados por su mala conciencia, sus
pecados endémicos o su suntuosa ignorancia, se muestran todavía
indulgentes ante las diatribas que siembra a su paso el primer
presidente "indio" que ojos occidentales avistan. En esas condiciones,
su incultura se constituye en virtud para seducir a los voluntariosos,
frívolos y siempre bien costeados "revolucionarios de ong", en
embriago estado de éxtasis.

Sin quererlo, Jean-Marie Domenach (La Propaganda Política) al
describir la herramienta más valiosa del fascismo alemán para hacerse
del poder con apoyo popular, desnudó el secreto del masivo apego al
caudillo nativo: "Verdadera 'artillería psicológica' en la que se
emplea todo aquello que tenga valor de choque, y en la que,
finalmente, con tal que la palabra cause efecto, la idea ya no
cuenta". Pío Baroja lo decía mejor: "Es una época para histriones.
Todos los gritos sirven, todas las necedades tienen valor, todos los
pedantes alcanzan un pedestal".

Para ser justos, a ello habrá que añadir la ausencia de una propuesta
alternativa, lejos del populismo avieso que prioriza tanto al caudillo
popular como al dueño del partido, de las ideas y, sobre todo, del
dinero (partidos patrimoniales).

TROPELÍAS INCUESTIONABLES

Este sombrío régimen, matizado por una lujuriosa concentración del
poder –político, económico y social- y por la estimulación de la
ignorancia ciudadana, ha dejado tras de sí un reguero de tropelías
cometidas a nombre del llamado proceso da cambio, próximo a
profundizarse gracias a la estupidez popular y a la ausencia de
alternativas democráticas. Veamos algunas:

·Desperdicio inmisericorde de ventajosas condiciones económicas que
Bolivia jamás conoció en toda su historia, para dar paso a un festín
populista destinado a cebar el mito del caudillo por cuenta del erario
nacional. A diferencia de lo que afirma el pregón oficial, somos un
país mucho más pobre que hace cuatro años; los que se llevan la peor
parte son los propios indígenas-campesinos, cuya inclusión se reduce
al errabundo discurso y al simbolismo fatuo.

·Destrucción de la institucionalidad democrática, al límite de
envilecer la democracia, reducida a espectáculo pueril, apariencia
desvergonzada que convierte la participación ciudadana en acciones
ciegas, sordas y mudas (marchas, votaciones, enfrentamientos, etc.),
lejos de toda reflexión, ahogadas por una abyecta indigencia
intelectual. Incluso, el afán de convertir la democracia en insultante
voto fofo, lleva al caudillo a proponer, a escala universal, un
referéndum para abolir el capitalismo, necedad aplaudida por patéticos
auditorios; en fin, la democracia convertida en plebiscitaria
estupidez.

·Igual que siempre, empresas y entidades públicas convertidas en
carroña de la "militancia" -incompetente, ávida y rapaz-, capaz
incluso de protagonizar cruentas acciones para mantener privilegios
recién logrados (recuérdese el caso de la estatal petrolera –YPFB-,
donde se descubrieron millonarias coimas y volteos –dinero que nadie
encuentra y sobre el que nadie pregunta-, y cuyos involucrados
mostraron su apego feroz a las pistolas. Además de las fechorías, en
la mayor parte de los casos el problema no pasa por exigir que cumplan
con su deber, sino porque lo conozcan.

·Anomia social, caracterizada por la degradación de las normas
sociales y de convivencia. Su expresión más atroz es la inseguridad,
jurídica y ciudadana, por donde asoma su rostro bárbaro el
linchamiento lascivo y el atraco impune.

·Organizaciones sociales domadas –a la usanza fascista-, carentes de
independencia sindical y de liderazgos virtuosos, falderas con el
caudillo, usadas como rebaños de choque y abuso.

·Altos mandos dóciles, rendidos ante el manoseo de las instituciones
tutelares, colonizados por uniformes foráneos.

·Violencia estatal, impune y aplaudida por hordas alucinadas, elevada
al rango de acción patriótica. Alrededor de 70 seres humanos han
perdido la vida gracias a la "revolución democrático y cultural", ya
sea por la acción siniestra o por la omisión ruin. No es posible negar
que, al tiempo que se riegan sandeces, se ha derramado tanta o más
sangre que la que se prometía redimir.

·Opositores perseguidos, enjuiciados o encarcelados, sin proceso
apegado a derecho, obligados a esconderse, asilarse o a vivir con la
coartada bajo el brazo para demostrar su inocencia, pues ahora, como
en toda democracia vergonzante, se presume la culpabilidad y se
procede, de forma sumarísima, al linchamiento mediático.

·Periodistas humillados, acosados y heridos (algunos formando fila
entre las huestes de la sandez).

·Impulso irresistible al narcotráfico, cuyo crecimiento exponencial
muestra que es de los pocos negocios que florece en este desierto de
licitud. Llama la atención que las plantaciones de coca avanzan
incontenibles (35 mil hectáreas), nutriendo al insaciable y vil
negocio de las drogas, mientras se provoca un irreparable daño a la
fertilidad del trópico cochabambino, cuyas tierras no son aptas para
ese cultivo (¡desastre ambiental!). A la larga, lo que realmente se
siembra es un páramo en medio del trópico, un paisaje erial, no sólo
en leyes sino en vegetación, al tiempo que el caudillo arranca necios
aplausos de crédulos parroquianos quienes escuchan asombrados las
recetas para socorrer a la Madre Tierra. No hay duda, la estupidez
convertida en pandemia universal.

·La mentira, la diatriba y la amenaza erigidas en triada sacra de la
gestión pública.

·Lo peor: ciudadanos divididos y convertidos en enemigos a muerte (literal).

Sin duda, transformar un país había sido mucho más difícil que tender
cercos, bloquear carreteras, regar injurias o enceguecer y movilizar a
la masa convertida en caterva de embobados devotos.

En definitiva, se trata de un nuevo proyecto reaccionario, porque nos
promete vivir dentro de nuestra miseria, con el norte en el pasado,
las libertades conculcadas, la razón cercada, la barbarie marchando
hacia ninguna parte y el futuro a merced de anacrónicos encantadores
de serpientes. Es la noche de la obsecuencia incivil y de la emboscada
trapera. El progreso, el bienestar y la vida digna, cada vez más
lejos. Este cambio, mientras más cambia, más es lo mismo.

No es todo. Pese a las cándidas esperanzas de que el gobierno se
entregará de lleno al perfeccionamiento de la democracia, aprovechando
la ausencia de revoltosos opositores, los discursos triunfalistas
anuncian el envilecimiento del régimen. Por ejemplo, sobre los pocos
opositores que quedan con algún apoyo nacional o regional, se teje con
franco revanchismo y palmoteo popular, una nueva andanada de
acusaciones, juicios y atropellos, todos destinados a su desaparición
política, incluso económica, y a su deshonra pública.

Asimismo, si aquello no fuera suficiente para demostrar que "el MAS es
más de lo mismo", se anuncia con despectiva jactancia que existen
varias decenas de leyes, ya elaboradas, listas para que la soberana
Asamblea Legislativa Plurinacional las apruebe en su primera semana de
vida. Es decir, el nuevo órgano legislativo estrenará nombre y
miembros, pero al parecer mantendrá el ominoso papel de cónclave de
"levantamanos" -todos agradecidos por ser parte del nuevo tiempo-, sin
verdadera capacidad deliberativa ni legislativa, reducida como siempre
a apéndice inicuo del caudillo y de su corte. Entonces, ¿qué cambió
con el cambio?

ANATOMÍA DE LA MANIPULACIÓN CIUDADANA

Vista así la realidad, a lo largo de este breve ensayo esbozaremos el
proceso que sigue este perverso recurso –usado desde siempre, pero no
con tanto ímpetu- de inducir a la ciudadanía a marchar, votar,
aplaudir, matar o morir –¡a sacrificarse en aras de las más crasas
majaderías!-, guiada únicamente por la emoción descarnada, mientras el
raciocinio, aquel que se alimenta del estudio y la reflexión (¡la
conciencia!), es meticulosamente apagado.

Nos mueve la indignación de atestiguar que quienes se afanan por
demostrar que representan el cambio esperado, el reino de los
principios nobles y humanos -"la conciencia del pueblo boliviano"-,
asientan su práctica política cotidiana en las injusticias congénitas
a todo régimen autoritario, como la frenética manipulación emocional
de la ciudadanía, principalmente indígena-campesina, que alcanza ahora
límites siniestros.

Si la estupidez es definida como la incapacidad de conocer la
realidad, no es aventurado afirmar que los ciudadanos, víctimas de una
atroz gestión manipulativa y de nuestra añeja pesadez intelectual,
tendemos a comportarnos de una forma sorprendentemente estúpida. Hubo
quien explicó las causas: "Cuando se trata a alguien como si fuese un
estúpido, es muy probable que, si no lo es, con el paso del tiempo
llegue con seguridad a serlo".

Sin embargo, algo debemos decir a favor del artero manipulador (del
antiguo y del nuevo): si bien se echa mano a la más desalmada
manipulación, este hecho no debe quitar responsabilidad a la
ciudadanía por sus deplorables elecciones, resultado indiscutible de
su lánguida formación y de su invariable flojedad cognitiva. Así, no
deja de ser cierta la afirmación de George Bernard Shaw: "La
democracia sustituye las designaciones que efectúa una minoría
corrompida por las elecciones que efectúa una mayoría incompetente".
Ahí es donde se apoya el manipulador –de ayer y de hoy-, en nuestra
incompetencia.

a. La clave es el cerebro

Para ser serio, el análisis debe partir, necesariamente, de los
avances científicos en materia de neurofisiología. La idea es
demostrar, a la luz de la ciencia -no de la ideología-, que todo
régimen autoritario se asienta en la más burda manipulación –nunca en
la conciencia-, y cuando ésta falla, en la más fría violencia. Dicho
de otro modo, según convenga, se gobierna por la farsa o por la
fuerza.

A fines de la década de los '70, Paul MacLean demostró la presencia de
tres cerebros en uno. Cada cerebro viene a constituirse en una suerte
de capa evolutiva que creció sobre la precedente, al estilo de
sedimentos arqueológicos (Félix Larocca). MacLean descubrió que cada
una de estas áreas del cerebro ejerce diferentes funciones que, en
conjunto, son responsables de la conducta humana.

Según MacLean, estos tres cerebros operarían como tres poderosas
computadoras biológicas independientes, vinculadas entre sí, pero
dotadas de inteligencia propia. Los tres cerebros son: reptiliano,
emocional y racional.

·Cerebro reptiliano. Se halla ubicado en la base del encéfalo. Es el
cerebro más antiguo que nos hace actuar, sin pensar, sin sentir.
Controla los actos reflejos y las reacciones instintivas. La ciencia
no tiene dudas al explicar que, cuando alzamos el grito, la amenaza y
el puño para agredir al otro, por miedo o por odio, toma el control el
salvaje que todos llevamos dentro.

·Cerebro emocional. Es el cerebro que controla nuestro mundo
emocional. La ciencia explica que todo estímulo que ingresa al
organismo pasa inicialmente por este cerebro. Dos hechos son altamente
significativos para nuestro análisis. Primero, todo aquello que es
percibido por el cerebro emocional es asumido como real. Es decir, es
un cerebro que no discrimina la realidad de la apariencia. En
milésimas de segundo, el cerebro emocional agrupa los estímulos a fin
de dotarles de significado, aunque carezca de coherencia racional. Si
falta algún dato, se apela a las experiencias pasadas y a las propias
necesidades y prejuicios a fin de completar el cuadro. Segundo, en su
afán de forjar una visión significativa de la realidad, el cerebro
emocional interpreta los estímulos de forma maniquea, dicotómica; así,
todo es blanco o negro, bueno o malo, nosotros o ellos, etc. Dicho de
otro modo, es un cerebro que no advierte matices, por ello la ciencia
señala que es el centro de las posturas radicales, dogmáticas e
intolerantes.

·Cerebro racional. En esta porción del encéfalo se asientan las
capacidades intelectuales superiores, básicamente el raciocinio y por
ende la conciencia. Al operar racionalmente, se logra una visión de
conjunto, realmente significativa, pero asentada en el análisis y la
reflexión. Sin duda, su funcionamiento requiere de la estimulación a
través del estudio y del cuestionamiento. Las investigaciones revelan
que la tolerancia –el respeto y la valoración de la diferencia- es uno
de los atributos de los procesos racionales, debido a que se concibe a
la realidad como un todo diverso, donde cada quien se nutre de cada
cual.

b. ¿Cómo opera el manipulador?

Conocer cómo procesa el cerebro la información que percibe, permite
identificar, con precisión, cómo opera la práctica política
manipulativa, cuyo objetivo inequívoco es convertir a la ciudadanía en
un hato de votantes, marchistas, héroes o mártires. Tres son los
procesos que merecen nuestra atención:

·Primero. Una vez que el individuo ha percibido un determinado
estímulo (spot, cuña radical, diatriba, etc.), éste viaja al cerebro
por dos vías diferentes, íntimamente interconectadas: la vía directa y
la vía indirecta. La primera, más corta y rápida, lleva el estímulo
hasta el cerebro emocional; la segunda, más larga y lenta, conduce el
estímulo hasta el cerebro racional.

·Segundo. Antes que el cerebro racional pueda procesar la información
percibida, el cerebro emocional dispara una respuesta inmediata acorde
al estímulo. Tal respuesta (por ejemplo, marchar, votar, discutir,
etc.) es tosca e imprecisa, con un elevado margen de error –propia de
las posturas dogmáticas e ideologizadas-, debido a la ausencia de
reflexión cognitiva que considere la totalidad de la realidad. Queda
claro que interpretar la realidad desde una perspectiva particular,
sectorial o ideológica, representa una acción que tiene muy poco de
racional. Todo empeora si se sobre-estimula este cerebro a través de
la emisión permanente y cotidiana de mensajes fuertemente emotivos.

·Tercero. La vía indirecta, es decir la acción del cerebro racional,
puede frenar la acción irracional del cerebro emocional, a condición
de querer pensar y de contar con la información suficiente para
hacerlo, hecho que requiere cierto esfuerzo analítico y de
investigación, acciones que generalmente no realizamos por la
presencia endémica de pesadez intelectual (vulgar flojera).

De esta forma, asentada en el conocimiento de la fisiología cerebral,
la manipulación de la ciudadanía tiene por objetivo modificar el
comportamiento social a través de la sobre-estimulación del cerebro
emocional y del bloqueo del cerebro racional. Sin duda, se trata de la
más devastadora forma de conculcar la libertad de pensamiento, primer
eslabón en la entronización de regímenes autoritarios.

Para alcanzar este objetivo, la acción manipulativa echa mano de dos
recursos que operan de forma coordinada: la persuasión y la
desinformación.

1. Persuasión

Se entiende por persuasión al proceso de inducir la modificación del
comportamiento social a través de la sobre-estimulación emocional.
Según los recursos que emplea, la persuasión puede ser de dos tipos:
directa o indirecta. La persuasión directa se realiza a través de las
concentraciones sociales (multitud o muchedumbre), mientras que la
persuasión indirecta se lleva a cabo mediante la acción de los medios
masivos de comunicación. Ambas responden a procesos psicológicos
particulares.

En la persuasión directa, el proceso manipulativo se realiza a través
de la relación caudillo-masa. Lo importante de comprender es que,
siguiendo a Freud, en una multitud -en la muchedumbre-, desaparece la
psicología individual consciente, dando paso a la afectividad
compartida y la vida psíquica inconsciente. Es decir, el individuo
reunido en masa presenta una suerte de regresión en la que el cerebro
emocional y los instintos toman el control.

Elías Cañeti (Masa y Poder) explica que lo que convierte a un grupo de
individuos en una masa es su sometimiento a "una pasión compartida",
una emoción que se contagia y acaba conduciendo hacia una acción
colectiva. Sergei Moscovici (La Era de las Multitudes), añade que la
masa vive bajo el dominio de las emociones fuertes, de los movimientos
afectivos extremos. Y esto tanto más cuanto carece de los medios de
inteligencia suficientes para reprimir sus afectos. Es decir, la
muchedumbre se articula en torno a emociones, nunca alrededor de
ideas, de manera que, en esas condiciones, la conciencia –tan
pregonada- sale sobrando.

Moscovici explica algo trascendental para comprender el proceso que
ahora sufrimos: para la masa efervescente, los conductores "se hallan
investidos de una misión extraordinaria. Se les considera mesías largo
tiempo esperados, que han venido a conducir a su pueblo hacia la
tierra prometida. A pesar de las advertencias de algunas mentes
lúcidas, la masa se ve en ellos, se reconoce y se resume en ellos. Los
venera y los celebra como a superhombres, dotados de omnipotencia y de
omnisciencia, que saben servir a los hombres... dominándoles". El
caudillo transmutado en mito (¿Le suena conocido?).

Esta suerte de "miseria psicológica de las masas" –al decir de Freud-,
no respeta condición alguna, mostrándose desnuda y cruel en todos los
estratos sociales. Es el escenario que sirve para la acción arbitraria
del caudillo, cuyo poder radica en su seguridad inicua sobre el
sendero a seguir. La masa ya no está sola a merced de la
incertidumbre, la firmeza del caudillo –incluso su fanatismo-, su
visión imponente e intolerante, arroja luz sobre su miseria y su magra
visión del mundo. Moscovici añade: "La inquebrantable confianza en sí
mismo que posee el líder, inflama la confianza sin límites de los
demás, que dicen: 'Sabe dónde va, vamos donde él sabe'".

Así, en su relación con el caudillo, el único lenguaje que la masa
entiende "es el que se salta a la razón, habla al corazón y embellece
o ennegrece la realidad". Moscovici aclara: "El arte desplegado para
alcanzar tales fines atañe primero a las emociones del corazón,
después a las cuerdas de la fe, y hace un llamamiento, en fin, a las
esperanzas del deseo. Las facultades de la razón no desempeñan en todo
esto más que un papel subsidiario". Cicerón ya lo explicaba: "No hay
asunto increíble que la elocuencia no pueda hacer que parezca
probable; no hay cosa horrible o vulgar que la elocuencia no haga que
parezca bella y casi digna de veneración". Vista de esta manera y en
manos de arteros ilusionistas, no cabe duda -ahora más que nunca-, que
"la política es la forma racional de explotar el fondo irracional de
las masas".

Ahora bien, dentro de todo proceso manipulativo de la muchedumbre,
generalmente se describe la presencia de tres tipos de caudillos
–fuera de otros-, aunque en los hechos un mismo caudillo puede reunir
características de más de uno de estos tipos.

·Megalómano. Guiado por una pobre autoestima, no escucha, sólo
predica. Su objetivo final es la gloria, la figuración, el poder, la
alabanza servil, por ello se halla rodeado de adulones falderos. Suyos
son los éxitos, los fracasos son siempre ajenos. Sus carencias
afectivas las intenta llenar con una compulsiva relación con la masa,
a la que necesita por su aplauso y su lisonja, pero a la que desprecia
por recordarle su origen infortunado. Alterna patológicamente la
petulancia con los humildes y los adversarios, con el victimismo
sumiso con quienes muestran mayor autoridad y poder.

·Maquiavélico. Carente de escrúpulos, es capaz de aprovecharse de los
demás con tal de alcanzar sus objetivos. Sus dotes intelectuales le
favorecen para las conspiraciones oscuras, por eso presume en público,
mientras actúa con nocturnidad y alevosía. El fin justifica los
medios, el cambio lo justifica todo. Frío y calculador, es reacio a
entablar relaciones afectivas. Vive a la sombra, en función de
alcanzar "su misión". Todo adversario es un escollo cuya osadía debe
ser pagada con la derrota total.

·Sociópata. Es la persona con un serio trastorno de personalidad
antisocial. Aunque no se crea, abundan en la fauna política. Carecen
de toda noción sobre el respeto a las normas de convivencia y a los
derechos de los demás. La ley, por ejemplo, sirve en cuanto beneficia
a sus aspiraciones personales, de manera que la acomoda a su antojo,
amparando sus atrocidades en el aplauso "legítimo" del vulgo
amaestrado. Sólo importan sus propios fines, considerados los únicos
valiosos para todos; las demás personas son recursos que se usan y se
desechan según convenga. Frío hasta el extremo, es sumamente hábil
para percibir los estados emocionales y usarlos en su beneficio. Su
desprecio por el otro llega al extremo de considerar la vida como un
recurso prescindible si ayuda a alcanzar "el objetivo".

Con relación a la persuasión indirecta, ésta actúa a través de los
medios masivos de comunicación, principalmente de la televisión y de
la radio. Su amplia capacidad persuasiva se asienta en que las
imágenes y los sonidos actúan directamente y con mayor intensidad
sobre el cerebro emocional. No importa el nivel de formación del
auditorio, frente al televisor o junto a la radio, el nivel de
raciocinio desciende debido a que el cerebro emocional se halla
estimulado. ¿Doctor? ¿Maestro? ¿Catedrático o Albañil? No interesa,
todos los cerebros son iguales, todos ceden ante la presión de las
emociones. De ahí que no sorprenda que personas con un elevado nivel
de formación académica, ostenten una inquietante tendencia a la
intolerancia, al dogmatismo..., en fin, a la estupidez.

Descrito este escenario, nadie en su sano juicio, ni siquiera alguno
de sus más racionales seguidores (¿?), puede negar que el actual
régimen se vinculada con la ciudadanía a través de dos únicos
recursos: 1. La manipulación de la embobada muchedumbre -el caudillo
predica con fruición y de forma permanente en diferentes poblados del
país, incluso en el exterior (¿cuándo gobierna?)-; 2. Miles de spots
televisivos y cuñas radiales, además de afiches, vallas y un sinfín de
baratijas tan atractivas como letales.

Esta constatación, empírica y libre de duda, nos empuja
inevitablemente a concluir que la forma actual de detentar el poder es
la persuasión descarnada de la ciudadanía, sobre todo de aquella que
siempre escucha, siempre marcha, siempre se empobrece y siempre
termina poniendo los muertos. Dicho de otro modo: apelar a la
persuasión es confesar, sin tapujos, un enfermizo deseo de manipular y
de envilecer al individuo. Así, resulta un exceso de grosería, otra
mentira impía, señalar que se es la expresión genuina de la
"conciencia del pueblo boliviano", cuando saben que si hiciesen una
pausa en el festival emocional, el ciudadano podría despertar, mejor
aún, podría pensar su realidad, hecho que, además de ser una novedad,
traería imprevisibles consecuencias.

Ahora bien, para hacer realidad su objetivo (modificar el
comportamiento social a través de la manipulación emocional), la
persuasión –directa e indirecta- echa mano de un sinnúmero de
herramientas, denominadas indistintamente líneas de persuasión,
técnicas persuasivas o gatillos emocionales, cuyo objetivo es
sobre-estimular una o varias emociones a fin de provocar acciones
intempestivas, irracionales, sin que medie reflexión racional alguna.
Hagamos una descripción sucinta y esencial de este proceso:

·Primero. Todo comienza con el sondeo de opinión. Mediante encuestas,
los manipuladores recogen la percepción de la ciudadanía sobre la
realidad. ¿Qué le gusta? ¿Con qué sueña? ¿Qué espera de sus líderes?
¿Qué opina sobre el oficialismo, sobre la oposición?, etc. No importa
cuán racionales sean esas percepciones, recuérdese que, en general,
nuestro nivel de formación sobre los asuntos públicos es bastante
famélico (en muchos casos, los bodrios que nos arrojan los políticos
tienen una calidad mayor que nuestras anémicas aspiraciones). Lo
realmente importante es preparar un discurso acorde a lo que el
ciudadano quiere escuchar. Es decir, la prioridad no es esbozar un
programa que responda a las necesidades del país, sino a las
percepciones subjetivas, emocionales, de la población. Este hecho
demuestra porqué los partidos, y sobre todo los gobernantes, se
empeñan en regar promesas, consignas, bagatelas, lejos de toda
formulación de políticas de Estado, reales y efectivas, de largo
aliento. Es decir, priorizan ser "populares" antes que estar en lo
cierto, y no olvidemos que, la mayor parte del tiempo, ambas cosas no
son compatibles. De ahí la necesidad de educar a la ciudadanía para
que priorice el bien nacional ante que sus indigentes anhelos.

·Segundo. Una vez definido el mensaje que la gente quiere escuchar –no
lo que realmente se piensa hacer o lo que el país requiere que se
haga-, se lo empaqueta en consignas simples y digeribles, acorde al
entendimiento del gentío. El adalid de los manipuladores explica: "La
capacidad de asimilación de la gran masa es sumamente limitada y no
menos pequeña su facultad de comprensión. Teniendo en cuenta estos
antecedentes, toda propaganda eficaz debe concretarse sólo a muy pocos
puntos y saberlos explotar como apotegmas hasta que el último hijo del
pueblo pueda formarse una idea de aquello que se persigue" (Hitler).

·Tercero. Para tener un efecto letal, el mensaje simplificado debe ser
diseñado con el objetivo de herir una o a un conjunto de emociones,
para ello debe ser altamente emotivo. Así, se estimula el odio para
cohesionar a la masa contra el "otro" ("Se oponen al cambio porque
están con el imperio y el neoliberalismo..."); la alegría para unir a
la masa en torno a "nosotros" ("Unidos somos MAS"); la tristeza para
encender la indignación contra el "otro" ("¿Acaso olvidaste la Masacre
de Porvenir?") o la solidaridad entre "nosotros" ("Los muertos de
Octubre merecen justicia"); el miedo para apartarnos del "otro" ("La
única posibilidad para que haya paz política es que el MAS gane las
elecciones"; "El que vote cruzado recibirá un castigo histórico"),
etc.

·Cuarto. El mensaje, simple y altamente emotivo, debe asentarse en un
sustrato preexistente, generalmente un prejuicio socialmente
compartido, un hecho histórico desfigurado o simplemente rencores y
odios subterráneos (los 500 años, el neoliberalismo, el indigenismo,
la nacionalización, las autonomías, el racismo, el imperialismo,
etc.), a fin de apoyarse en lo más importante para la masa: el pasado.
Este hecho reviste importancia trascendental, debido a que el pasado
es lo único real y efectivo que tiene la masa y el individuo ajeno al
empleo del raciocinio. De esta forma, todo nuevo estímulo es
inconscientemente contrastado con los recuerdos, siempre cargados de
emotividad y de información desfigurada. No interesa si el sustrato es
cierto o no, lo que vale es el impacto sobre el mundo emocional:
retrotrae el pasado y lo hace real. Por ejemplo, el caudillo se
muestra como la encarnación de la profecía del martirizado líder
indígena del siglo XVIII Tupac Katari: "Volveré y seré millones". Otro
recurso malévolo es señalar, con iletrada firmeza, que toda visión
opositora es expresión, abierta o encubierta, del neoliberalismo que
vendió el país y que provocó la miseria que ahora todos sufrimos. Sin
duda, tal afirmación no resiste un análisis sensato, pero quién
analiza cuando se escucha maravillado las buenas nuevas que siempre se
han querido escuchar.

·Quinto. En el siguiente paso, y a fin de despertar el maniqueísmo
emocional, se inventa un "enemigo" -siempre individualizado porque la
masa carece de habilidades de abstracción-, chivo expiatorio a quien
se le arrogan todas las culpas y todas las iniquidades presentes,
pasadas y futuras; es el obstáculo que se debe superar para alcanzar
la gloria, el cambio, la revolución, en fin, lo que sea; si se desea
mantener latente la excitación social, cada tanto se pone la mirada
sobre un nuevo "enemigo". De ahí la masa, enceguecida y fogosa,
marchando aquí, bloqueando allá, siempre persiguiendo fantasmas,
llevando en la frente el amor y la fe por "nosotros" y el temor y el
odio por los "otros". Poco importa que el "enemigo" sea real o
inventando -generalmente es inventado-, lo realmente importante es que
sirve de anzuelo para cohesionar a la masa en torno al caudillo. Ahí
están el embajador norteamericano, el "presidente del imperio", los
magistrados de la Corte Suprema de Justicia, los miembros del Tribunal
Constitucional, los líderes opositores -regionales o políticos-,
empresarios emblemáticos, el presidente del Perú, el presidente
colombiano, el Cardenal, etc., en fin, siempre un enemigo por el cual
movilizarse, masificarse y dejar de pensar.

Sin embargo, cuando se alcanza el poder y los enemigos han sido
derrotados (asistimos a un ofensiva total, sólo quedan algunos pocos
opositores de talla nacional –ya bajo fuego- y otros caudillos
lugareños, además de líderes de opinión a quienes les espera su
turno), inevitablemente se apela a la búsqueda de enemigos internos
para mantener a la muchedumbre excitada, único sustento del régimen.
De ahí que no sea extraño que conozcamos, hacia adelante, agrias
pugnas internas entre facciones tribales y sórdidas purgas de
infieles.

·Sexto. Finalmente, el discurso es cuidadosamente orquestado, es
decir, repetido infinidad de veces a través de diferentes medios,
formatos y fuentes a fin de evitar su desgaste. Por esta razón, a cada
paso, los sofismas del caudillo aparecen replicados en una
interminable cacofonía de spots, cuñas radiales, vallas, posters,
etc., además de fervorosas declaraciones de devotos meticulosamente
elegidos. La premisa es clara y Joseph Paul Goebbels la sabía (otro
adalid): "Una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad".
Lamentablemente, la ciencia explica que tal afirmación es cierta,
debido a que al cerebro emocional, sobre-estimulado, no discrimina la
realidad de la mentira, de manera que la repetición termina por
convertir al mensaje en una creencia aceptada por todos. Ese el truco
del mentiroso. Y si la mentira es exagerada, ilimitadamente
irracional, mejor aún, la sobre-estimulación emocional alcanza el
límite de la fantasía, escenario ideal para una masa de miserables,
hambrientos de certidumbres.

En este proceso, los comunicadores son usados como vehículos
inconscientes de las acciones manipulativas. Ignorantes de que se los
utiliza para disparar sobre las emociones ciudadanas, los periodistas
transmiten "declaraciones" directo al receptor para el cual han sido
creadas. Luego, casi de inmediato, aparecen nuevas afirmaciones,
acompañadas de spots, afiches, cuñas radiales, etc., e incluso
cándidos desmentidos o furibundas respuestas de indignados opositores,
todo favoreciendo a una efectiva orquestación. Lamentablemente, la
ausencia de contrastación y de investigación periodística, contribuye
al uso de los medios en procesos manipulativos.

Por otra parte, no podemos dejar de mencionar que existen
comunicadores que voluntariamente se prestan a la emisión de mensajes
manipulativos, seguros que se trata de verdades santificadas; sin
duda, forman parte del interminable séquito de emotivos trovadores que
cantan glorias al caudillo –al "jefazo", al "príncipe coronado", etc.-
y a su paso milagroso. Alguien decía, no sin razón, que es más fácil
enfrentar a un fanático armado con un fusil que a un fanático armado
con un micrófono o con un teclado.

Ahora bien, cabe preguntarse si existe un límite a la persuasión. La
psicología y la historia explican que no se puede persuadir
eternamente, pero sí a largo plazo, a condición de mantener ese
malévolo proceso de adecuar el mensaje manipulativo a los cambios en
las percepciones subjetivas de la masa (decir lo que la gente quiere
escuchar), de ahí que se gobierna "sondeando" a la opinión pública.

Sin embargo, indudablemente, todo tiene un límite: la propia realidad.
Es decir, cuando ya no existe enemigo real o inventado a quien
endilgar todas las miserias, para así encubrir la ineptitud en la
gestión pública y el sueño arcaico que se desea imponer, la
muchedumbre de turbados seguidores inevitablemente posa la mirada
sobre las acciones reales del caudillo, sobre sus logros. De no
existir éstos, tal como la masa los exige, es decir, a imagen y
semejanza de las promesas recibidas, se puede iniciar un penoso y a
momentos violento proceso de divorcio. De ahí la permanente y
encarnizada caza de "enemigos", único pilar para mantener a la masa en
desvarío perpetuo y al régimen a salvo de toda mirada indiscreta. Sin
duda, los siguientes esfuerzos que veremos para esconder el
desgobierno, serán los intentos de sepultar en la deshonra o en la
cárcel a los pocos opositores nacionales que quedan y a quienes
intenten la osadía de hacer sombra a los siervos del caudillo que
terciarán en las próximas elecciones prefecturales y municipales.

2. Desinformación

Si persuadir implica inducir a la acción a través de la
sobre-estimulación emocional, desinformar es el proceso por el cual se
emite información tergiversada a fin de evitar que se conozca la
verdad. La idea es cambiar los hechos a objeto de modificar el
comportamiento social en un determinado sentido.

Se trata de un proceso complejo y delicado, dejado en manos de
personajes altamente especializados, sin duda, carentes de escrúpulos.
El objetivo es evitar que los ciudadanos conozcamos la verdad. Aunque
no se crea, existen técnicas altamente sofisticadas, todas efectivas y
mortíferas, para minar nuestra ya limitada capacidad de razonamiento.
Veamos las más importantes:

·Goteo. En esta técnica se emite información sobre un hecho
determinado de forma dosificada, lenta, a gotas. El objetivo es que el
tema, aunque se trate de un escándalo mayúsculo, sea presentado en
pequeñas dosis. Con el paso de los días, el hecho deja de ser novedoso
hasta que se desprende del interés ciudadano. Recuérdense las
declaraciones oficiales, lánguidas y frecuentes, sobre el abatimiento
del grupo de supuestos "terroristas-separatistas" ocurrido en el hotel
Las Américas de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra. Un día se
presentan fotos, otro declaraciones, otro indicios, otro más nuevos
hallazgos, en fin, una garúa permanente. Al final, luego de meses de
llovizna informativa –casi un año-, los ciudadanos no sabemos qué fue
lo que realmente pasó en aquel caso y, lentamente, cada vez son menos
los interesados en saber la verdad. Incluso, luego de tanto goteo, ya
no llama la atención, por ejemplo, la autopsia hecha en Hungría a uno
de los victimados, documento que revela que habría sido ejecutado con
un disparo mientras estaba maniatado.

·Maremoto. La idea es lanzar tanta cantidad de información que no
exista capacidad alguna para procesar todos los datos, menos si se
trata de mensajes altamente persuasivos. Por ejemplo, a horas de
ocurrido el enfrentamiento en Porvenir (departamento de Pando), donde
murieron oficialistas y opositores, se lanzaron declaraciones, spots,
cuñas radiales, afiches, etc., evitándose además el arribo de prensa
independiente. Un verdadero bombardeo informativo-emocional con una
visión totalmente parcializada de la realidad. El resultado: una
ciudadanía estupefacta, con el ceño fruncido y la indignación a flor
de piel contra quienes "masacraron a los desarmados y pacíficos
campesinos". Sin que existan indicios, pruebas o acusaciones formales,
menos investigación alguna, el prefecto de Pando –además de otros
opositores- fue juzgado y sentenciado en ardientes discursos,
orquestados por libelos de todo tipo: panfletos, afiches, spots, etc.,
además de indignadas marchas encabezadas por oscuros personajes,
siempre amenazantes, con el odio y la incultura en la frente. En
realidad, fue algo así como cortarle la cabeza y presentarla al
aplauso de los aldeanos.

El tsunami informativo no sólo evitó conocer qué realmente ocurrió
aquel 11 de septiembre de 2008, sino que lanzó una columna de humo
sobre los hechos que ocurrieron antes de aquel día, clave para
entender aquella trágica jornada. Por ejemplo: ¿Por qué los campesinos
que se dirigían armados hacia Porvenir usaban manillas de diferentes
colores? ¿Quién o quiénes se las pusieron y para qué? ¿Hubo la
intención de provocar un choque entre oficialistas y opositores a fin
de usar a los muertos como coartada para ocupar militarmente Pando?
Como se ve, recibir mucha información no necesariamente es sinónimo de
estar bien informado; en manos de manipuladores, generalmente
significa todo lo contrario.

·Supresión. La supresión implica emitir información incompleta,
recortada. Sin duda, el o los hechos recortados son aquellos que no se
desea que la ciudadanía conozca. El recorte puede ser realizado de
diferentes formas. Se puede recortar el grueso de los datos, por
ejemplo: ¿Quiénes y cómo asesinaron a Christian Urresti, joven
cochabambino masacrado (literal) por la muchedumbre bárbara,
abominable crimen que hasta el día de hoy no conoce proceso alguno,
abandonado a la más abyecta impunidad? El otro recurso es recortar
datos cruciales, por ejemplo: con relación al escalofriante operativo
en el hotel Las Américas que concluyó en el abatimiento de tres
personas que supuestamente eran "terroristas-separatistas", cabe
preguntarse: ¿Por qué los abatieron si existen pruebas que demuestran
que los servicios de inteligencia los había infiltrado y los tenían
enteramente vigilados? Recordemos que los "terroristas-separatistas"
–para cualquiera, un grupo de matones cuyas sórdidas fechorías los
obligarían a vivir a la sombra- sorprendentemente estaban alojados en
un hotel de cuatro estrellas, donde se hospedaban nada menos que los
pilotos del propio caudillo, además de militares venezolanos; y donde
se la pasaban despreocupados y retozones, en ropa interior,
fotografiándose con las armas en la mano y con los billetes que
costeaban sus malandanzas; por si fuera poco, en una habitación
adjunta moraba un prominente funcionario de inteligencia. ¿Qué ocurrió
realmente? ¿Por qué el informe oficial señala que aquellos tres
personajes fueron muertos en un cruce de balas, mientras que una
autopsia de peritos europeos afirma que por lo menos uno fue ejecutado
con un disparo mientras estaba enmanillado y con los brazos en alto?

·Adición. Adicionar implica aumentar datos inexistentes a un hecho
concreto. Es uno de los recursos favoritos de los regímenes
autoritarios. Por ejemplo, casi todos los opositores y los miembros de
los otros poderes del Estado, han sido, son juzgados o se los amenaza
con juzgarlos, sin paliativos, por una infinidad de delitos, casi
todos inventados o tergiversados, pero jamás probados. Además de
servir para desmontar la institucionalidad democrática y abrir el
camino al poder total, vale para cohesionar a la masa -incapaz de
distinguir una acción judicial con apego a derecho, de una soberana y
arbitraria estupidez-, y para sumir al adversario en la más abyecta
ignominia (muerte civil). De esta forma, los "acusados" son
presentados como la encarnación de los "neoliberales", de los
"pichones de la dictadura", de los "oligarcas separatistas", etc. que
han causado "hambre y sufrimiento durante 500 años al pueblo
boliviano" (¿?). Así se tomó preso al prefecto del departamento de
Pando y a varios de sus seguidores, así se descabezó al Tribunal
Constitucional, a la Corte Suprema de Justicia, se acosa con esmero a
los opositores, a empresarios, se ataca a los "jerarcas" de la Iglesia
Católica, etc. Sin duda, así se embestirá a los futuros adversarios en
las justas electorales de abril. Es la judicialización de la política,
la criminalización del adversario llevada a su máximo grado de
perversión. Al final, se trata de linchamientos mediáticos, llevados a
cabo ante el aplauso y la sed de desquite de la muchedumbre boba,
agradecida por el circo perpetuo.

·Exageración. La idea es presentar un dato sobredimensionado, fuera de
toda lógica. Por ejemplo, el gobierno aseguró el año 2008 fue víctima
de un intento de golpe de Estado cívico-prefectural. Rápidamente, y
debido como siempre al victimismo del incomprendido y acosado
caudillo, la comunidad internacional, por ignorancia o por interés,
expresó su rechazo a tan detestable afrenta, incluso se habló del
peligro que corría la vida del propio caudillo –libreto al que apelan,
sin excepciones, todas las aberraciones populistas-. La beligerancia
de los opositores pareció comprobar tal denuncia. Sin embargo, a nadie
se le ocurrió preguntar si los debilitados opositores regionales,
carentes de organización política alguna, y sus hordas de enceguecidos
seguidores, la mayor parte jóvenes con la piedra en la mano y la
cabeza vacía –¡ahora masistas ardientes!- tenían la capacidad de fuego
como para derrotar a las leales Fuerzas Armas y a la incondicional
Policía Nacional, para luego hacerse del poder político. En realidad,
nunca hubo –y no hay- posibilidad alguna de materializar un golpe de
Estado civil contra el actual régimen.

·Falsificación. La idea es falsear o corromper la información. No
podemos dejar de recordar el spot gubernamental que mostraba imágenes
de los hechos de Porvenir con el audio adulterado. Hasta el día de
hoy, los creativos que manosearon ese spot gozan de libertad
incondicional. Otro hecho significativo y fundamental para evitar que
la ciudadanía conozca los desaciertos del desgobierno, es el cálculo
del PIB o de la inflación, entre otros indicadores, en base a
parámetros reinventados, incluso esotéricos, de manera que siempre
aparecemos creciendo y progresando, aunque organismos técnicos
especializados, nacionales o extranjeros, digan lo contrario. Por
ejemplo, recuérdese que el INE asegura que el desempleo llega al
5.18%, mientras que otros organismos, de irreprochable reputación,
informan que el porcentaje ascendería al 11%, incluso al 18%. Lo
propio podría decirse de la pérdida hace tiempo anunciada del ATPDEA,
hecho presentado ahora como un sorpresivo y artero "garrotazo del
imperio" (como siempre, el "enemigo" para justificar los propios
yerros).

·Inoculación. Ésta es una técnica destinada a minimizar el ataque de
los adversarios. Por ejemplo, cuando se hacía evidente la existencia
de serios indicios de que el gobierno habría fraguado una sutil y
depurada trampa electoral a partir de la distribución gratuita de
cédulas de identidad –nada menos que en casas de campaña del partido
oficial y sin que exista el respaldo del certificado de nacimiento-,
voceros del Poder Ejecutivo, incluso los propios mandatarios, salieron
a la palestra para denunciar que, seguramente, la "derecha neoliberal"
los acusaría de haber organizado un masivo y descarado fraude. Cuando
la denuncia opositora salió a la luz con pruebas en la mano, el
impacto fue favorable para el gobierno, porque terminó por confirmar,
entre sus huestes, las premoniciones indignadas del caudillo.

·Espacios políticos. Es una técnica que por ingenua funciona muy bien.
La idea es ubicarse uno mismo y ubicar al adversario en espacios
políticos definidos a discreción, aunque no guarden lógica alguna. Por
ejemplo, todo aquel que esté con el caudillo está por definición con
el cambio, es antiimperialista y lucha junto a todos los pueblos del
mundo por alcanzar la añorada liberación, por tanto está a la
izquierda. Por otra parte, todo aquel que se opone al gobierno está
contra el cambio, es neoliberal y pro-imperialista y defiende al
salvaje capitalismo, es decir, está a la derecha. En realidad, si
analizamos las erráticas ideas del régimen y sobre todo su práctica
política, descubriremos que se trata de un proyecto que camina a paso
veloz a la formación de una pesadilla autoritaria, de aliento
reaccionario. André Malraux meditaba sobre este juego con los
espacios políticos: "Curiosa época ésta, dirán de nosotros los
historiadores del futuro, ya que en ella la izquierda no era la
izquierda, la derecha no era la derecha, y el centro no estaba en el
medio".

·Rebautizar. Es el recurso predilecto de todo impostor. La idea es
aparentar que se cambian las cosas en un sentido, cuando en realidad
el cambio tiene un sentido distinto. Por ejemplo, a la compra de
acciones de las empresas anteriormente capitalizadas ahora se llama
nacionalización -eso sí, mostrada como si se tratase de toda una
expropiación, con intervención militar incluida-, cuando en realidad
se trata de simples, silvestres y liberales intercambios comerciales;
a la destrucción de la institucionalidad democrática, se llama
descolonización y destrucción de las "instituciones neoliberales"; a
un mamotreto jurídico, plagado de artículos contradictorios y
antidemocráticos, se llama Constitución Política del Estado
descolonizadora (¡qué ironía!); a un Congreso Nacional con presencia
campesina mayoritaria (pese a que representa alrededor del 30% de la
población), se denomina Asamblea Legislativa Plurinacional (barbarismo
convenientemente fabricado para saciar, en apariencia, la sed de
inclusión de aquellos a los que siempre se nombra y que siempre
terminan más pobres y con más muertos); conciencia es ahora la
expresión de sumisión emocional al caudillo, expresada en marchas,
cercos, y enfrentamientos erráticos, etc., no ya el resultado del
estudio y la reflexión (queda claro que la conciencia es un producto
de la superación cognitiva, no de las ampollas vagabundas, ni de las
soporíferas congregaciones pedestres, menos de las acciones atroces);
el nacionalismo populista de orientación indígena, ahora se llama
socialismo del siglo XXI, concepto que adquiere significados
totalmente diferentes según los desvaríos del caudillo que lo
enarbole; Chávez, Morales, Correa, Ortega y otros muestran
definiciones disímiles, diferencias zurcidas gracias a la ceguera
provocada en la muchedumbre que digiere todo lo que se le lanza.
Alguien lo dijo: "Basta con levantar el odio ciego hacia el
imperialismo, para que la masa turbada salga en romería penitente,
aunque quien alza la voz sea uno de sus tantos socios comerciales". Al
final, debajo del paraguas del socialismo del siglo XXI, pueden
arroparse las más dispares y pavorosas criaturas.

·Diálogo. La base de la convivencia democrática, el intercambio
constructivo de verdades contrapuestas, se convierte en espectáculo
banal destinado al consumo masivo. La idea es fingir que se dialoga
con el opositor, cuando en realidad sólo se lo usa para luego
injuriarlo. Por ejemplo, sobre diferentes temas y en diferentes
momentos, los opositores fueron invitados a Palacio de Gobierno, en
teoría, para consensuar posturas. En todos los casos, la estéril
presencia opositora, sin resultados tangibles, fue presentada, en
declaraciones, fotografías y spots, como una victoria gubernamental
frente a los tercos rivales. En ningún caso hubo voluntad real para
dialogar, envileciéndose de esta forma uno de los principios más
emblemáticos de la democracia. En manos del manipulador, el diálogo
deviene en emboscada.

Si desinformar equivale a evitar que la ciudadanía conozca la verdad,
¿por qué un gobierno que anuncia el cambio, el arribo de un mundo
justo y para todos, apela a este recurso indigno y perverso? Hay quien
afirma, no sin aséptico desprecio por la ciudadanía, que se trata de
un recurso inevitable para evitar que la ciudadanía se contamine con
la prédica "neoliberal". Sin embargo, la razón parece ser mucho más
prosaica y sórdida: mísero afán de poder. Hubo alguien que fue más
lejos: "Cuando al pueblo le tapan los ojos, es porque quieren
registrarle los bolsillos, ni más, ni menos. El resto es sólo
coartada".

EPÍLOGO

La victoria del MAS confirma el grado de desvarío ciudadano al que
hemos llegado, el espeluznante nivel de ignorancia que ostentamos,
ahora con triunfalista descaro. De espaldas a toda conciencia, la
mayoría de los bolivianos, en una masiva demostración de imprudente
estupidez, ha optado por un grotesco y folklórico retorno al pasado,
al populismo que desangró nuestras aspiraciones de desarrollo y al
nacionalismo que nos empujó a vivir mirándonos el empobrecido ombligo;
fundamentalismo extravagante que fomenta una democracia aparente,
manejada por feligreses intolerantes e incompetentes y donde florece,
sin pausas, la más crasa corrupción.

Está claro que seguir a las mayorías, las más de las veces, es la
mejor receta para dar un paso hacia la barbarie, pues no existe
formación alguna que respalde las decisiones del vulgo descarriado,
menos en tiempos aberrantes en que los políticos asientan su poder en
la estimulación de la estupidez antes que en la promoción de la
conciencia.

Por otra parte, la derrota de la oposición confirma que, a su modo,
los perdedores expresan el mismo fenómeno: la agonía del pasado,
caudillos propietarios algunos, deseos de moldear el país según "su"
visión, "sus" intereses y "su" dinero; otros, aspirantes a autócratas
de bolsillo, pequeños príncipes de comarca, deseosos de un lugar en la
mesa del poder. Ninguno con un proyecto político serio que permita
superar el oprobio de vivir en la miseria y ahora en las tinieblas.
Unos y otros sin más promesa que su rostro en el afiche. En fin,
populismo incivil.

En los meses electorales que asoman, observaremos azorados la
profundización de esta agonía, pues la ausencia de programas
alternativos al oscurantismo dará vida a un enjambre de nuevos
salvadores, a favor y en contra de lo que sea, todos con la promesa a
flor de labios y el apetito despuntando en la sonrisa maquillada. En
todo caso, la manipulación será la misma, el ciudadano haciendo
siempre el papel de borrego cebado, listo para votar, marchar, matar o
morir.

Asimismo, si bien se avanza para acabar con los últimos "enemigos del
cambio" –políticos, empresariales y locales-, tal medida, si logra
cumplirse, podría inaugurar un inevitable proceso de debilitamiento
del apoyo popular, debido a que la excitación de la muchedumbre se
asienta en la maniquea polarización, traducida en la búsqueda
frenética del ominoso enemigo. Por esta razón, y ante la ausencia de
enemigos externos y la necesidad de mantener a la masa lejos de la
realidad, al oscurantismo se obligará a buscar e inventar
conspiradores internos. De esta forma, es posible prever que el
oprobio comenzará a ser devorado desde adentro, lenta e
inevitablemente, por ambiciones tenebrosas y luchas lóbregas, cuyo
destino inevitable podría ser una implosión de consecuencia
insospechadas. No es nuevo, tarda un poco, pero los regímenes
arbitrarios terminan siempre a merced de sus propias perversidades.
Además, la historia enseña que, luego que las pugnas intestinas
paralizan el afán manipulador, la masa manoseada reacciona con ímpetu,
acaso con violencia –siempre irracional-, contra quienes prometieron
el cielo y no lo supieron alcanzar. Así, se hace urgente forjar
alternativas democráticas –¡no candidaturas!-, a fin de evitar que,
cuando la masa despierte de esta pesadilla, se lance a los brazos de
nuevos ilusionistas de feria.

No cabe duda que la situación actual puede provocarnos espanto,
incluso náusea. Sin embargo, es bueno recordar que el antídoto contra
esta degradación es volver a los principios y organizarnos en torno a
ellos: pluralismo, tolerancia, paz... No perdamos de vista que en las
sociedades asoladas por la ignominia, la libertad encuentra un camino
para subsistir y éste siempre tiene como faro la educación y la
organización democrática. No olvidemos que, cuando se piensa, terminan
los soliloquios, se hacen patentes las aspiraciones indigentes del
manipulador, se mira el presente y el futuro con entusiasmo y, sobre
todo, nos dejamos de entrematar en aras de la más despreciable
estupidez.

La clave para enfrentar esta pesadilla de temporada, es fomentar la
educación y organización política de la ciudadanía, básicamente desde
las regiones (en cada circunscripción), pero con sentido nacional.
Programas, organizaciones partidarias y líderes, en ese orden. De otra
forma, se reproducirá el mal endémico de apostar nuestro futuro a los
devaneos de autócratas, bárbaros o ilustrados, siempre con el ego en
la mirada, la moral tuerta y la promesa de mejores días que sólo
llegan para ellos. No nos engañemos, la respuesta no está en ningún
benefactor, menos en un coro de iluminados, agrupados de mala gana en
algún frente electoral de ambiciones alternantes, sino en estructuras
partidarias principistas –de derecha, centro y de izquierda-, de
existencia permanente, que den vida a militantes conscientes –ya no
peones erráticos- y a una democracia sólida y sostenible.

El pilar no puede ser otro que proyectos políticos de largo aliento,
adecuados a los tiempos actuales –mundo global, conocimiento y
tecnología, democracia y mercado, partidos políticos, Estado
vigilante, pluralidad e inclusión, autonomías, etc.-, lejos de los
estertores populistas, de visión miope, arrogancia sibilina y
democracia ficticia. Por ello, la tarea es a largo plazo.

Así, están demás la indiferencia y la pereza, pues no sólo que
demuestran ignorancia sobre nuestra corresponsabilidad, sino que
favorecen a los atropellos de los robustos retoños de la autocracia,
que avanzan decididos, arrogantes y aberrantes, por América Latina.
Martin Luther King lo decía mejor: "Nada en el mundo es más peligroso
que la ignorancia sincera y la estupidez concienzuda".

Está claro que vivimos una pesadilla inevitable, incluso necesaria,
cuya expiración nos permitirá mirarnos sin complejos y sin odios
pre-fabricados, sin el atropello de los discursos de artificio. Sí, es
necesario pasar por el mar muerto para llegar a la tierra prometida;
no a ningún paraíso –no nos confundamos-, a la realidad,
contradictoria y desafiante, a la que deberemos labrar desde
diferentes perspectivas y visiones -¡democracia!-, lejos de toda
imposición oscura, porque dejaremos de ser un rebaño de cómplices de
la estupidez alucinada, para pasar a ser, de una vez, una República de
Ciudadanos.

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EN MEMORIA DE CHRISTIAN URRESTI, MASACRADO EN LA CIUDAD DE COCHABAMBA POR LA BARBARIE SUELTA POR LAS CALLES
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2 comentarios:

  1. jose luis garcia vargas23/12/09, 14:51

    ramiro, como psicologo que soy , te recomiendo uno, es bueno canalizar a travez de la escritura, todo lo que sientes, pero mejor te va hacer a tu salud mental que lo puedas verbalizar frente a un profesional del area, por higiene mental recomiendo no leer el presente articulo, del que solo lei 30 reglones y deje de hacerlo precisamente por eso por higiene y por salud mental, finalmente te recuerdo que EEUU este año para salir de la crisis a estatizado incluso bancos PRIIVADOS, la general motors etc so pretexto de ayuda financiera, una formula que ellos criticaban en el pasado a los paises latinoamericanos, pero bueno no hay peor ciego que aquel que no quiere ver. chau............

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  2. Tito Hoz de Vila Quiroga2/1/10, 9:32

    NO SE QUIEN ES RAMIRO CALASICH. PERO SU ULTIMO "ENSAYO", SOLO DESNUDA LA EXISTENCIA DE UN MINUSCULO GRUPO DE CASTRADOS MENTALES QUE, CON COMENTARIOS COMO EL CALIFICAR LA ELECCION DE EVO MORALES COMO SEÑAL DE LA "ESTUPIDEZ DE LOS BOLIVIANOS" , NO SOLO OFENDE A ESA GRAN MAYORIA DE BOLIVIANOS QUE VOTO POR EVO, SINO QUE NOS SALPICA A QUIENES SOMOS OPOSITORES Y QUE CREEMOS TENER ALGUNA INTELIGENCIA COMO PARA SABER HACER UN ANALISIS UN TANTO MAS "PROFUNDO" DE LOS RESULTADOS DE LA RECIENTES ELECCIONES DEL 6 DE DICIEMBRE, ASÍ COMO ACEPTAR COMO DEMOCRATAS UN RESULTADO ELECTORAL CONTUNDENTE.

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