jueves, 6 de mayo de 2010

Apariencias

Puka Reyesvilla
aguadoble@yahoo.es

Años ha, cuando todavía llevaba a mi hijo a fiestas de cumpleaños, me tocó ser testigo de un momento embarazoso en la vida de un amenizador de esta clase de reuniones; concretamente, un mago.

Resulta que el ilusionista en cuestión, apenas comenzada su rutina, se encontró con quien se encargaría de agriarle la actuación: una niña que, seguramente a fuerza de haber visto cien veces los mismos trucos, se ponía a revelar los "secretos" de cada uno a voz en cuello. Grande debió ser el esfuerzo del prestidigitador para no mandar a callarla tal vez porque no obstante ser puesto en ridículo por la avispada chiquilla, el resto de los pequeños parecía disfrutar del espectáculo. Los padres nos mirábamos perplejos y no atinábamos a hacer nada, más allá de esperar que el número acabara pronto.

La anécdota precedente ilustra, a mi modo de ver, el desarrollo de un montaje análogo en términos del proyecto de poder encarnado en la figura del Jefe de Estado (Evo Morales). A partir de -compartiéndola, inclusive- la caracterización que hiciera el Jefe de Gobierno (García Linera) sobre la cualidad estatal previa al "proceso de cambio" -"Estado aparente"- nos encontramos, en contrapartida a la reorientación de éste, dentro de una democracia aparente.

Junto con la propensión hacia el establecimiento de un Estado elefantiásico, el régimen ha tenido la astucia de montar una ilusión democrática formidable y, a la manera del mago, continuará repitiendo trucos, ampliamente develados por demócratas reales, porque ante la credulidad de una clientela política de grandes proporciones le tiene sin cuidado lo que aquellos digan. En los alrededores están otras presencias "organismos multinacionales", por ejemplo- que conocen el número pero, muy pulcros ellos, callan prudentemente.

Y es que en apariencia todo está en orden (democrático) y el régimen puede exhibirlo sin ruborizarse; Hay Poder Legislativo, hay Poder Judicial con sus respectivos componentes: La Corte Suprema â€"en la terminología clásica-, el Consejo de la Judicatura, el Tribunal Constitucional. Hay elecciones para todo gusto, hay libertad de prensa, hay nuevo Defensor del Pueblo, ¡Hay Constitución!

No se necesita ser un experto en teoría de la democracia para advertir que tan maravillosa -mágica- apariencia cubre una sórdida realidad de autoritarismo, persecución, amedrentamiento, control político, centralismo, violación a los derechos humanos (que "están por debajo de los ˜derechos de la pachamama" –Morales dixit–) y formas encubiertas de acallar la libertad de expresión.

El pase mágico más reciente de este triste espectáculo ha sido la nominación -que no elección- del Defensor del Pueblo.

Cabe recordar que apenas llegado al gobierno, el régimen cuestionó la existencia de tal instancia bajo el argumento hecho consigna de "Qué necesidad hay de Defensor del Pueblo si el pueblo llegó al gobierno". Argumentos parecidos se formularon sobre otras instituciones. Con el tiempo, los operadores del populismo cayeron en cuenta de que más astuto que eliminarlas es funcionalizarlas a su imagen y semejanza.

"Del Estado aparente a la democracia aparente", podría ser el nombre del numerito.

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