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Las visiones políticas permiten la viabilidad o inviabilidad de las sociedades, por ello su importancia y trascendencia; desde luego que tras ellas subyacen los proyectos de organización económica y una sociedad que las aprueba o rechaza.
Pocas veces en la historia, algunos líderes de notable carisma, simultáneamente han planteado visiones para el corto y largo plazo. En la generalidad de estos casos, sus visiones de largo plazo han entrado en contradicción con las de corto plazo. Thomas Jefferson dejó huella indeleble cuando en la constitución norteamericana estableció que "todos los hombres han sido creados iguales", pero él hasta el día de su muerte mantuvo decenas de esclavos a su servicio. Con todas las adversidades, incluida la guerra, esta visión se abrió paso y marcó el derrotero de ese país.
Más cerca y más reciente, los neoliberales de la década del 80 a la cabeza de Gonzalo Sánchez de Lozada tuvieron la visión acertada de abatir la inflación. A partir de la estabilidad monetaria estructuraron un estado funcional a los intereses del gran capital, excluyente y generador de extremas desigualdades, convirtiendo al país en el mendigo receptor de migajas que caían de la mesa de ese gran comensal, eso fue -por ejemplo- el Bonosol, un bono cuyo pago se financió con la venta de acciones de la estatal YPFB, enajenando la propiedad de todos los bolivianos sobre los hidrocarburos. Esa visión de largo plazo no podía menos que enfrentar a la inmensa mayoría del país, y de ello estaba consciente Sánchez de Lozada quien con toda claridad en la etapa electoral del año 2002, se dirigió a las fuerzas armadas para pedirles intervengan para salvar ese proyecto en crisis, estaba convencido de que como en el caso de la inflación, se termina con ella o ella termina con uno. Lo sucedido a partir del siguiente año es historia.
Simultáneamente, los movimientos sociales visualizaron otro país, viable si se actuaba precisamente en contrario a la visión neoliberal, si se empezaba por asegurar el patrimonio del Estado para crear un contexto de estabilidad económica que permitiera organizar la producción generadora de amplia demanda de mano de obra, bajo diversas formas productivas que van desde las comunitarias hasta el capitalismo de libre y democrática competencia. La Renta Dignidad ejemplifica la nueva situación, esta prestación de la seguridad social no contributiva se financia con impuestos sobre el principal patrimonio colectivo de todos los bolivianos que son los hidrocarburos, esto significa que la propiedad estatal permite el financiamiento de ese beneficio. Pero a su vez, esta redistribución del ingreso, reactivó la demanda interna permitiendo a Bolivia enfrentar mejor la dura crisis financiera internacional. Este acierto recibió el reconocimiento de diversos organismos multilaterales que destacaron las bondades de esa política expansiva en el gasto, a la vez que se esmeraron en ocultar la visión política que la engendró. Se demostró en la práctica que Bolivia era viable y que a partir del liderazgo del Estado es posible el crecimiento.
En el largo plazo, ninguna viabilidad es posible si no se tiene un referente global, y en ese escenario parecía que Bolivia no tenía nada que decir y que a lo sumo deberíamos estar atentos a las nuevas tendencias, las cuales al parecer aún se hacen esperar. Sin embargo, desde hace un par de años, el país ha empezado a generar una tendencia en defensa de la Madre Tierra que solicita atención a la problemática del planeta y la naturaleza, los ecos globales ya nos empiezan a llegar y hoy ya pueden leerse avisos como el siguiente: "El consejo de este mes es aprender a no esperar a la Madre Naturaleza para capturar fotos primaverales" <http://www.olympusamericalatina.com/crm/oneoffpages/crm_indoor_flowers.asp> . Está claro que sin el auxilio internacional para resolver los desafíos del desarrollo preservando la naturaleza, estamos obligados a transitar por el estrecho callejón de la depredación, no por elección sino precisamente por falta de alternativas.
Triste papel de los criticadores, que al ver destruidos sus falaces argumentos económicos a favor del gran capital sin frenos, ahora con sus viejas artes de prestidigitación quieren impedir la visión de largo plazo que el país empieza a trazar. Bolivia también es viable en el largo plazo si se desarrolla en armonía con la naturaleza. Se trata de una visión audaz y de largo aliento, no exenta de contradicciones internas y de difícil concreción, todo un desafío para ir al rescate de principios, procedimientos, formas de organización y a la creación de nuevos modelos económicos que concreten esa visión, la cual requiere contar con el respaldo de amplias capas de las sociedades que se autodenominan modernas o desarrolladas. En esta tarea colectiva de transformación local y global, es estéril endilgar al gobierno absoluta responsabilidad sobre comportamientos extractivistas heredados y que hoy por hoy constituyen el sustento del Estado, pero también es inadecuado no reflexionar sobre los daños que genera o podría generar el gran capital en Bolivia.
Las conclusiones de Tiquipaya son el sueño con los ojos abiertos que tal vez no podremos ver, la economía actual al parecer no soporta tal magnitud de cambio, tampoco las generaciones adultas, un cambio radical en la utilización de los recursos naturales para sustentar la vida de los humanos lleva aparejado una nueva forma de ver la naturaleza, para el género humano conlleva bajar del pedestal del ser todo poderoso que nos hemos creído para subir a otro aún más elevado, y ejercer la condición de ser la única criatura sobre el planeta con conciencia sobre el devenir de la naturaleza.
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