jueves, 6 de mayo de 2010

Entuertos postelectorales

Erika Brockmann Quiroga
erikabrockmann@yahoo.com.mx

Escribo estas líneas apenas oficializados los resultados de las elecciones departamentales y municipales del 4 de abril. El informe es una suerte de sinfonía inconclusa, lo que obliga a sumergirme no sólo en los sinuosos senderos de la lucha por el poder, sino también en la compleja y caprichosa ingeniería de los sistemas electorales, a los cuales me referí machaconamente en pasadas notas.

Confieso no haber tenido éxito en el empeño de traducir pedagógicamente el rompecabezas de esta "tecnología electoral" a mis lectores. Hoy me transmiten más dudas que certezas. Entre confusión y bronca protestan por la invisibilidad de su voto a la hora de ver la composición final del poder político en asambleas departamentales donde no se ha respetado la proporcionalidad como principio democrático distributivo del poder en tiempos de construcción estatal.
Esperando esclarecer estas dudas, van algunas apreciaciones que a continuación resumo.

En primer lugar, ningún sistema electoral es bueno o malo en sí mismo, lo importante es el acuerdo y la confianza de actores e instituciones que lo legitiman. Todos tienen ventajas y desventajas. En el mayoritario se elige directamente y se gana por un voto sin mayor discusión, mientras que el proporcional es variopinto en las fórmulas de cálculo de asignación de escaños. Las hay aquellas más inclusivas y generosas con las minorías, otras que favorecen moderadamente a la fracción ganadora, como la adoptada en el país en 1997 y ratificada en las recientes reformas electorales, y están aquellas verdaderamente excluyentes como el imperial.

Primera constatación: fueron las elecciones más complicadas de la historia democrática, con sistemas electorales distintos en cuatro departamentos autonómicos, con una papeleta de tres franjas y una fórmula de distribución de escaños que nadie exigió que se esclarezca oportunamente.

Segunda constatación: privilegiar la representatividad directa y "territorializada" no es malo, aunque con ello se sacrifique el principio de gobernabilidad, llevando a resultados que pueden no gustar a los propios impulsores del modelo, ahora obligados a ratificar su espíritu democrático, plural y concertador. Los casos de Santa Cruz y de Tarija son ilustrativos.

En Santa Cruz, la agrupación Verdes obtuvo 53% de los votos y tiene el 52% de los 23 escaños territoriales y poblacionales. El MAS, con su 38%, tiene 39% (1% de yapa) de los escaños, habiéndose favorecido del modelo territorial basado en provincias. En Tarija, la radical apuesta territorializada y mayoritaria de su sistema se ha traducido en una distribución de escaños que es fiel reflejo de la votación.

Están obligados a restituir los pactos y sus virtudes, no sus defectos.
Sólo en el occidente surge la polémica. ¡A la hora de la verdad sus asambleas son espejos de una grosera deformación: agiganta a sus mayorías y "enaniza" a las minorías!

Cuarta constatación: la elección basada en "usos y costumbres" de los 21 representantes indígenas en ocho de las asambleas experimenta serios conflictos, al extremo de que el informe oficial omite sus resultados. Y es que algunas circunscripciones y pueblos indígenas no son el reino de la armonía promovido por el romanticismo comunitarista. Las disputas por poder y sospechas de corrupción de sus dirigencias impidieron su elección, ¡no habían sido defectos ni deformaciones congénitas exclusivas de lo neoliberal, colonial y partidario! Ejemplos sobran. Evoco a Huáscar y Atahuallpa. Hoy se multiplican.

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