martes, 14 de septiembre de 2010

Tasas de interés, superávit fiscal y desarrollo

Alberto Bonadona Cossío
abonadona2001@yahoo.es



Las tasas de interés bancarias pagadas a las cuentas de ahorros depositados en la banca no buscan atraer más ahorros en Bolivia, no sólo porque son bajas sino porque no cubren la pérdida del valor adquisitivo que causa la inflación de precios. Las personas que abren una cuenta de ahorro lo hacen principalmente por razones de seguridad y no por capitalizar su dinero. Consideran que es más seguro guardar su dinero en el banco que debajo del colchón. Y tienen razón aunque no conciencia del real costo que pagan y lo que dejan de percibir por depositar su dinero en una cuenta de ahorro.

Otra razón por la cual la gente guarda su dinero en un banco es porque los empleadores públicos y privados prefieren pagar sueldos vía banca, lo que ha contribuido a aumentar considerablemente la liquidez que los bancos disponen en abundancia. Esta situación se refleja en los 8.498 millones de dólares que registran en depósitos y los 5.394 en los créditos otorgados para 2009.

Los excedentes en liquidez caracterizan a la banca en los últimos años y obligó a que las tasas activas bajen notoriamente; de 26% cobrados en promedio a los créditos otorgados en 2005, registran 14% en 2006 y 9% a fines de 2009. Estas reducciones se reflejaron en las ya bajas las tasas pasivas (las que se pagan a los ahorros) que disminuyeron de 6% a 2% entre 2005 y 2009.

Una razón que ha jugado en esta reducción de ambas tasas es la disminución en la inflación anual promedio. La banca tiene claridad acerca del papel que juegan las variaciones de los precios en sus utilidades al cobrar intereses que cómodamente cubren la inflación y protegen sus ganancias. No hace lo propio con el dinero ajeno que recibe en depósitos del público, los cuales no son cubiertos para protegerlos de la pérdida que sufren en su poder adquisitivo.

El ahorro del Estado es un rasgo ausente en las finanzas públicas en el pasado que sí aparece en los últimos años. El superávit fiscal corriente se inicia en 2004 con un 0,9% del PIB y llega a 11,7% en 2009. Este ahorro junto al aumento de las captaciones bancarias reflejan un aumento evidente en el ahorro nacional. Este aspecto no permitió un mayor crecimiento del PIB; lo que se tradujo en lo que los economistas refieren como la "paradoja de la frugalidad". O sea, el gran ahorro alcanzado no se convierte en niveles de inversión que potencialmente podrían financiar y así hacer crecer el PIB.

Esto evidencia principalmente los literalmente sorpresivos niveles de recursos que recibieron los gobiernos central, departamentales y locales para los cuales no tenían preparados planes de inversión que los pudieran orientar a destinos productivos o de otra índole. Ahora que el gobierno intenta generar más equidad al exigir que las utilidades bancarias financien la reducción de las tasas activas y el aumento de las pasivas, debe considerar también en disminuir su superávit con aumentos del gasto para evitar desplazar y reemplazar aún más la inversión privada. Mayor actividad económica, que ahora puede recibir un extraordinario apoyo del Estado --especialmente si se lo planifica conveniente y oportunamente-- contribuirá a que el ahorro nacional se encamine al logro del desarrollo nacional.

Además de lograr que la banca sea más atractiva para los ahorristas, las medidas del gobierno también deben hacer que los créditos productivos sean más baratos a la vez que impulsen la actividad económica para subir la tasa de crecimiento del PIB. Sólo un conjunto de políticas fiscales finamente articuladas con políticas de desarrollo productivo harán posible que todos los sectores se beneficien de ellas.

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