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Lo entiendo, pero no lo acepto. Un campesino pobre, de origen aymara, hijo de un pueblo centenariamente sojuzgado en lo cultural y en lo político. Por avatares del destino, se convierte en dirigente deportivo de una fuerza emergente: los cocaleros de El Chapare boliviano.
Destaca por dotes naturales de organizador y luego se convierte en el máximo dirigente. Lo ayudan las políticas cerradas de los gobiernos neo liberales que ceden a la presión de EE UU de coca cero a cualquier costo. La dirigencia, con sus altas y bajas, con sus riesgos y acechanzas lo convierte en líder. Al tiempo es electo diputado cruzando voto con Jaime Paz para presidente y él uninominal de El Chapare. Es el diputado más votado. El destino le sonríe. En poco tiempo, el gobierno más apegado a los EE UU (Banzer) se enfrenta duramente con Morales y los cocaleros: Un mes de bloqueo en la yugular del sistema caminero boliviano. Morales, para su gente, tiene capacidad de doblegar a un gobierno aliado de los yanquis. Lo desaforan del congreso y lo juzgan. Tuto Quiroga debió hacer bien la tarea. Todo tan mal hecho que el desaforado aun puede volver a postularse y con ayuda del embajador de EE UU, que lo nombra enemigo No 1 del neoliberalismo, se catapulta al segundo espectacular lugar en las urnas. Ni él se lo esperaba (no pusieron candidato a senador por Potosi). Controla un tercio del congreso y desde allí pone a la democracia formal y representativa en jaque.
Se cuelga del motín policial de febrero - los satucos ayudan al desborde y dirigen al lumpen - y devela la raquítica posición de Sanchez de Lozada. Comienza a conspirar. Y cuando las condiciones objetivas y subjetivas dan el momento propicio, asesta el golpe de muerte y se suma a la huelga general, con una insurrección armada y delincuencial. Lo apoyan las clases medias paceñas. Luego se proclama víctima. Derroca al último neoliberal y tiene en jaque mate constante al vicepresidente traidor y heredero. De ahí a Palacio de gobierno, proclamando un nuevo gobierno y el vivir bien, es solo cuestión de tiempo. Dos herederos más son superados y gana una elección con apabullante mayoría. Los ilusos creyeron en él. Lo vanagloriaron. Le dieron más lustre del que tenía. Hasta lo compararon con Mandela!!! Le dieron el cheque en blanco para que se cobre una factura de supuestos 500 años de deuda histórica.
Comenzó su gobierno atacando al único factor de poder que estaba incólume: descabezó la jerarquía del Ejercito Nacional. Nadie dijo nada. Luego desmontó, paso a paso, con precisión de relojero, todo el andamiaje institucional de la República para cambiarlo por su adefesio llamado Estado Plurinacional.
Cuando hubo acabado la tarea del desmontaje, se proclamo candidato otra vez y control de cortes de por medio, ganó la elección justo con los 2/3 que necesitaba para seguir 20 años más. Y de ahí se dio a la tarea de construir el mito. El indio reivindicador de la democracia, de la igualdad, de la justicia, de los derechos humanos. El candidato al premio Nobel. Puro discurso, pura propaganda. Es tan funesto como cualquiera de los anteriores, con la diferencia que no tiene opositores (los enjuició a todos), no tiene herederos (los sacó del camino), no tiene ni mujer que lo aplaque.
Humilde en origen, adulado por los dioses, temido por los adversarios, apoyado por los colegas presidentes del continente, con un ejército de seguidores que todo le toleran y en todo le obedecen, cómo no marearse con el poder. Cómo no vivir con el tufo y el regurgito de la borrachera de poder que siente emanando de su persona, resonando en el eco de su nombre, coreado por multitudes en cada rincón del país donde se traslada en su incesante campaña.
Se ha convertido en un semidiós. Un Wiracocha del Siglo XXI, con un poderoso (económicamente hablando) aliado en Caracas, que lo banca para seguir mutándose en dios del Olimpo Aymara. A veces se une con los mortales, a veces departe un picadito de fútbol. Pero él tiene que hacer los goles. El tiene que ser la estrella. Recuerdo a los dictadores militares, campeones de paleta, de fulbito, hasta del juego de la taba. Perder no estaba entre sus opciones. Los subalternos era eso, sub alternos.
A Evo el semi-dios, si lo lesionan con o sin intención, materializa la furia divina, primero en los testículos del oponente, luego a través de un lambiscón coronel de policías que prueba con detener al osado. "Si no es legal, le meto nomas, los abogados que arreglen" Evo dixit.
Evo es Dios. Dios es Evo. A veces baja a la tierra (en su Falcon de 38 millones) y le gusta divertirse con los mortales. Pero solo él se puede divertir. Los demás, deben aplaudir. Pronto comenzaran a construir sus estatuas. El bronce se fundirá para inmortalizarlo. Así pensaban y así idolatraban a Lenin y Stalin sus obsecuentes seguidores. Las estatuas cayeron. Eso no apena. Apenan los pueblos que los padecieron.
Quizás habría que complementar la redacción de inicio del párrafo sexto del presente artículo de la siguiente manera:
ResponderEliminar"Humilde en origen, adulado por los dioses, temido por los adversarios, apoyado por los colegas presidentes del continente, Y CON UN APOYO DEL 64% EN LAS URNAS ELECTORALES POR PARTE DE LA POBLACIÓN VOTANTE".
Sin embargo, ¿a quién le importa ese 64%?, si quienes tienen la razón de todo son ese 36% restante, que todo lo sabe, todo lo conoce y todo lo pueden resolver.
¿Por qué no seguimos en la lógica de los textos de Platón y propugnamos una Aristocracia en vez de una Democracia?
Aristocracia entendida Platónicamente como "El gobierno de los Aristos es decir de los mejores" y dejamos de lado la Democracia entendida como "El gobierno de los Demos, es decir de los iguales, del pueblo".
Sería lógico, ya que existe un 36% que parece tener la razón de todo, entendidos como los "Aristos" los mejores y un 64% que está equivocado en su decisión que viene a ser el "Demos" la mayoría.
La solución a los dilemas planteados por el autor del artículo se encuentra en la creación de una Aristocracia que sustituya a la Democracia.