jueves, 11 de noviembre de 2010

Atizando focos de calentamiento social

Erika Brockmann Quiroga
erikabrockmann@yahoo.com.mx

Las lecciones no se aprenden. La torpe e injusta suspensión del parlamento de Evo Morales lo victimizó y empoderó. A juzgar por los pronunciamientos de apoyo, parece suceder lo mismo con Nina. ¿Será verdad que el Presidente ordenó el descabezamiento de la Fejuve? Lo dudo. Lo cierto es que estos hechos atizan focos de calentamiento social en las alturas, incluyendo los de Potosí.

La arbitraria suspensión de Fanny Nina, primera mujer presidenta de la Federación de Juntas Vecinales de El Alto (Fejuve), demuestra que algunas cosas no cambian. Queda claro que los impulsores de su alejamiento no entendieron el mensaje del electorado en ocasión de la elección municipal. El dramático descenso de la votación del MAS en uno de sus bastiones incondicionales fue interpretado como rechazo a las prácticas sectarias y prebendales que en lugar de atenuarse parecen gozar de buena salud en la vida de las organizaciones sociales ahora empoderadas. El voto unánime a favor de Nina fue una respuesta a la promesa de cambio. No sólo del estilo de liderazgo sino también de las transacciones poco santas y clientelares que en su momento sumaron a las estocadas que hirieron de muerte a los partidos políticos.

Lo ocurrido en El Alto motiva a la reflexión. La lucha por el poder ¿está condenada a reproducir el abuso y el autoritarismo tan arraigados en la cultura política nacional? Se dice que Nina decidió no entrar en el juego de subordinarse incondicionalmente al partido de gobierno en base al principio de independencia política partidaria de la Fejuve. También se comenta que pudo más la lógica del chantaje, del "toma o daca", a la que se resistió no pudiendo "amarrar" la red de lealtades imprescindibles para sobrevivir en las aguas turbias y furiosas del poder.

Para los más experimentados dirigentes y analistas en estas lides, además del trabajo y vocación de servicio, la permanencia y la reproducción del poder, sea en partidos políticos, organizaciones sociales o sindicatos, pasa por asegurar una base dirigencial satisfecha con los beneficios colaterales otorgados por su cúpula en el poder. ¿Tan descarnada es la realidad que no da tregua ni resquicio alguno para al menos moderar estilos autoritarios y antidemocráticos cuando de copar y perpetuarse en el poder se trata?

La Fejuve es una organización sui generis. Dada su capacidad de lucha en medio de tanta pobreza, informalidad y crónica debilidad institucional alteña, ha ganado una legitimidad que, con el tiempo, la llevó a jugar un rol público paralelo, complementario y hasta sustitutivo al que por ley le corresponde al gobierno municipal. En esta maraña confusa de roles, el control social se confunde con "complot social", el poder social se convierte en poder real detrás del trono desdibujando los límites que diferencian no sólo la institucionalidad estatal de aquella que hace parte sociedad civil sino también lo prebendal de lo corrupto.

Hoy en día se conoce que son varios los trámites municipales que requieren del visto bueno previo de la dirigencia vecinal. Ello ocurre sin asumir de manera expresa la responsabilidad política que ello implica. No hay gestión de alcalde que adopte decisiones, por más sabias e inteligentes que sean, al margen de la bendición de la red compleja de organizaciones sociales alteñas. Entendemos que Fanny Nina intentaba modificar esta cultura tan arraigada siendo rebasada por las tensiones de poder que anidan los conflictos de interés, ideológicos y partidarios subyacentes en El Alto.

Las lecciones no se aprenden. La torpe e injusta suspensión del parlamento de Evo Morales lo victimizó y empoderó. A juzgar por los pronunciamientos de apoyo, parece suceder lo mismo con Nina. ¿Sera verdad que el Presidente ordenó el descabezamiento de la Fejuve? Lo dudo. Lo cierto es que estos hechos atizan focos de calentamiento social en las alturas, incluyendo los de Potosí.

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