lunes, 8 de noviembre de 2010

SOTANA VELOZ

Pepe Pastén Burgoa
pastenburgoa@hotmail.com

Estas líneas no nacen de un despropósito por incomodar a la iglesia. Es más, durante los siglos de existencia de la iglesia católica, obscuros nubarrones pusieron en aprietos a la santa sede pero la historia continúa y se supieron soslayar esos "desbordes humanos". En lo personal, los años de mi vida en época escolar pasaron entre pupitres, catecismos y cotidianas herramientas pedagógicas de "concienciación" en formato de palos, reglas gruesas, chicotillos y castigos corporales por nuestras típicas inconductas. ¿Quién no se ha portado mal siendo colegial?

Durante el ejercicio efectivo de la profesión, sea colegiado, empírico o político autodidacta, los riesgos son constantes. Las "metidas de pata" no tienen límites y vemos a menudo inclusive a nuestros dignatarios de Estado en situaciones incómodas que, reprisadas mas de una vez por los medios de comunicación, nos generan vergüenza propia y ajena. Lo que está ocurriendo con "algunos hombres de sotana" (no es bueno generalizar) no es otra cosa que la radiografía de una institución religiosa que pide a gritos cambios y dinámicas conforme el transcurso del tiempo.

El celibato ejercido de manera voluntaria por los sacerdotes cristianos ya es un discurso obsoleto y anacrónico. Por practicar esta virtud teológica muchos religiosos han sucumbido ante escándalos de grandes proporciones que como resultado ha generado el reciente pedido de perdón ante la comunicad mundial por parte del Vaticano lo que equivale a una aceptación no tácita pero reconocida por la conducta de algunos miembros con anormales apetencias sexuales.

Hablar del Celibato Laico, Celibato Eclesial, el Sínodo de Elvira, el Papa Siricio, San Ambrosio, el Concilio de Letrán, el Papa Calixto II, el Concilio Vaticano Segundo, la Virginidad Consagrada y el Celibato Sacerdotal, son parte de la historia y estamos viviendo en 2010 y con sacerdotes que ejercen y luego se apartan de caelibatus del latín vida soltera. Estoy seguro que mas de una vez (muchas veces) estos hombres con olor a santidad han sentido a sus hormonas quererles jugar una mala pasada estando frente a una mujer atractiva. ¡Fortaleza! ¡Templanza! ¡Resistencia! ¡Autocontrol! Todos los calificativos son válidos para vencer a esos impulsos normales pero reprimidos por una legislación católica que debe marchar a la par de una realidad social convulsionada.

En nuestros colegios profesionales, abogados, arquitectos, médicos, administradores de empresas, etc., todos nos conocemos o por lo menos tenemos una breve referencia de tal o cual colegiado. Lo propio sucede en la iglesia y en el contexto boliviano. Muchos sacerdotes son conocidos por consumados empresarios, comunicadores, activistas, historiadores, educadores, pero también se conocen a otros "curas" que llevan a cuestas muchas historias nacidas en el vulgo. Un referente muy conocido es el típico sacerdote de pueblo que tiene descendencia no planificada (esto significa muchos hijos muchas mujeres). Amén de otros que mostraron su sexualidad controvertida que en muchos casos, siendo descubierta culminó con la renuncia obligada al sacerdocio.

Grandes baluartes, líderes de opinión con carisma y convocatoria masiva han tenido que separarse de la iglesia católica porque obedecieron más al sublime principio de formar una familia, recordemos al joven y atractivo sacerdote comunicador con base en Miami que hace dos años colgó los hábitos. También tenemos a un presidente sudamericano muy cerca nuestro que ha pedido permiso y ha incursionado en la política. No pasó mucho tiempo y algunas mujeres le reclamaron la paternidad por hijos concebidos.

Por lo pronto queda el mensaje mundial de miles de católicos que en forma silenciosa piden un cambio al Vaticano. Lo sucedido con un religioso en Perú filmado y presentado de manera flagrante en acto de cópula coital amerita una seria reflexión que evitará más hechos infamantes, bochornosos y execrables. Vivimos en el siglo XXI y el buen Torquemada es solo un recuerdo oscuro de la intolerancia. La pedofilia y abusos a menores deben ser parte de esta historia marcada por nubarrones.

La comunidad católica necesita sacerdotes normales, de carne y hueso, no personas que sufren en silencio y al menor desliz convulsionan a la opinión pública con el consiguiente descrédito y traumas de por vida de víctimas inocente generalmente de corta edad.

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