lunes, 8 de noviembre de 2010

VINOFEST o la Feria del Vino en Cochabamba

Fernando Rocabado Quevedo
frocaq@yahoo.com.br

Con bombos y platillos fue anunciada la Feria del Vino que se llevó a cabo los días 4,5 6 de noviembre en el campo ferial de Cochabamba. Se anunció la presencia de 39 bodegas internacionales y otro tanto, de nacionales. En la realidad esto no fue así. Prácticamente no hubo presencia de bodegas internacionales, ni tampoco de las grandes bodegas nacionales. Únicamente vimos a la Bodega Aranjuez con su propio stand. Hubo alguna presencia internacional por medio de dos o tres tiendas de vinos que ofrecían una variedad de estos productos, mientras hacían degustar los más baratos de ellos.

Tal vez esta ausencia fue positiva, porque permitió al público asistente concentrarse en las bodegas más pequeñas, aquellas que están procurando sentar presencia y crecer tanto en calidad como en cantidad. No fueron pocas. Encontramos varias de ellas provenientes de los valles de Camargo y de Tarija, algunas de las cuales llevan con orgullo su nombre de vinos pateros. Sin duda y, pese a que la calidad de muchos de éstos vinos deja todavía que desear, se nota un esfuerzo sorprendente por mejorar. Existe todavía preeminencia de los vinos dulces, que desde nuestro punto de vista, son vinos de segunda categoría, la mayor parte de ellos endulzados para ocultar sus propias deficiencias. No negamos su carácter comercial, porque son comprados principalmente por sectores de la población poco conocedores de vino, más inclinados a las bebidas y alimentos dulzones.

Salimos, sin embargo, bien impresionados con algunos vinos probados en los propios stands de exposición. Por ejemplo, el Shiraz de la Bodega El Potro tenía un contenido agradable y con buen golpe de boca, aunque la etiqueta de presentación deja que desear en cuanto a diseño. Vinos "Los viñedos" de Tarija, también hizo buena representación y mostró algunos de sus productos estrella, principalmente entre los secos.

Entre los camargueños nos causaron muy buena impresión los vinos de La Casona de Molina, tanto en presentación como en variedad y calidad. No solo por la presencia de algunos varietales nuevos, sino por su apego a las cepas tradicionales de Cinti, lo que señala un camino con buenas perspectivas para esta bodega. Se nota el esfuerzo por recuperar y valorar la uva Misionera, la Vischoqueña y la Moscatel de Alejandría, tan caras al valle cinteño; sin descuidarse de presentar propuestas innovadoras y desafiantes, con cepas nuevas. Es destacable su Cabernet Sauvignon, de buen aroma y de taninos intensos, cuya botella se vendía a 85 Bs., tal vez la más cara de entre las propuestas de bodegas pequeñas.

Sorprendió agradablemente la presencia de vino cruceño. Conocimos por primera vez los vinos de Casa de Plata, que son elaborados en Santa Cruz, aunque sus viñedos se encuentran en los valles interandinos cercanos a Valle Grande. Una verdadera incursión oriental, con varietales del tipo Tempranillo, Cabernet Sauvignon y Syrah, que nos hace pensar en el potencial de esta industria en estos nuevos terruños.

No podíamos dejar de concentrarnos en la presencia cochabambina, que estuvo salvada gracias a industrias relativamente nuevas, que ofrecen y muestran el potencial del valle central. Probamos unos discretos vinos Casa Nova, de Viñedos y Bodegas El Carmen, que nos enteramos se encuentra físicamente en la zona de Pacata Alta. También los vinos de Marqués de la Viña, cuyo tinto seco es el más representativo de la bodega, que se encuentra en Vinto y es dirigida por un conocedor de origen argentino. El stand fue muy bien presentado, con barriles de madera de donde fluía el néctar de las uvas casi a discreción. Ahora bien, es probable que por la ubicación de estas bodegas, una buena proporción del fruto que sirve de materia prima sea aportado desde otras latitudes, lo más probable Tarija, lo que puede ser un punto que denota fragilidad en sus cadenas de producción. Esta observación la hacemos con la absoluta seguridad de que Cochabamba tiene un gran potencial como zona vitícola, pese a su fraccionamiento minifundiario puede aportar con materia prima a sus propias industria vinícolas.

En este sentido, notamos la ausencia de productos procedentes de Capinota y de Mizque, que son las zonas más renombradas como productoras vallunas. La ausencia de industrias en estas regiones, debería hacer pensar en la complementariedad de esfuerzos en el Valle Alto y Bajo, de manera que la uva que pueda producirse en estos terruños tradicionales encuentre siempre una industria capaz de procesarla, aunque no sea en la misma Provincia o zona.

En este sentido, merece un punto aparte lo logrado por Bodega Santa Ana, de Sipe Sipe. Por la presentación de su stand, por los trípticos y publicidad mostrada, comprobamos que Santa Ana ha logrado un sitial de vanguardia en Cochabamba. Es, sin lugar a dudas, la bodega más grande, con capacidad instalada para 180.000 botellas, aunque sólo utilice el 80% de la misma ya demuestra su gran avance. Presentaron variedades de vinos tintos, blancos y un rosado, la mayor parte dulces. También presentaron tres tipos de singani y dos de licores. La relación costo beneficio para los dos secos que tiene nos parece altamente favorable. Se destaca de manera especial su nuevo varietal de la cepa Shiraz, que denota una tendencia por mejorar la calidad de sus productos. No estamos seguros si todo este potencial vinícola de Santa Ana puede ser sufragado por su propia producción o por la producción del valle de Sipe Sipe, si así lo fuera, el mérito es doble. De lo contrario, debe continuarse con el esfuerzo de fortalecer la esencia vitivinícola de este hermoso valle. En todo caso, lo logrado ya merece un caluroso aplauso.

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