sábado, 18 de junio de 2011

El Cuento del Día 1

Virginia Amelia Antezana Juarez
pisulina1@yahoo.com

ADICCIÓN

Sonríe papacito me dijo la pérfida turgente y me sorprendió en curvatura, osmótico como estaba, vamos a ejercitar de pura prueba a votar por un cualquiera, susurra la palíndroma lamiendo mi rústico, yo murmuré al borde del latrocinio, lo que tú digas mi cielo, cuando sentí en mis urgencias un zarpazo de coima no solicitada, era ella otra vez que me acosaba y me urgía que le preste atención, que deje de hacer numeritos y me vaya con ella a la floculación total de nombres y carnets, con colorcitos guía para inducirme y obligarme a pensar en amenazas de violación y contubernios que en mi sano juicio sin sentencia o prisión sin delito me incitan y tientan al pecado felino compuesto de elegir entre la miel de guayaba y el ajonjolí acarambanado para untarme el cuerpo y sentir la embriagante marejada de dejarme llevar por suave marea de prójimos tan exacerbados como yo para cumplir nuestros íntimos ritos locales ante los dioses furibundos que no nos dejan en paz para ganar el sustento diario y nos impiden conciliar las cuentas, atender a nuestros hijos, ayudar a nuestras mujeres que se doblan de la fatiga y paren mientras caminan de lavandería en lavandería quiero decir NO, pero no puedo, ella me acosa con aliento a muerto y un hombre hace lo que debe hacer y deposito mi voto como si hubiese salvado al mundo entero de una catástrofe, así mascado, mordido, magullado, llagado y babeado espero con el resto, a que cuenten los votos que al cabo ni puedo calcular ni puedo recordar qué maldición me llevó por centésima vez a votar por no sé quién ni por no sé cuál lo único que sé es que tengo sed, tengo sed y que duermo en cualquier portal… ya no me importa nada, mientras ella regrese, mi esdrújula veleta y me despierte ese fantasma en huesos que me alimenta, sé que la volveré a ver, si hay un empate catastrófico y empiece el síncope de nuevo. ¡Dios existe! Empate otra vez.

Salgo en busca de los míos. La mujer que lava la ropa ha teñido mi polera. La de mi hijo está blanquita. Ya la vi. Es ella. Apreto mi cuaderno, reviso mi bolsillo, tengo lápiz, está tajado. Es la última hoja. ¡Mierda! La mujer que sustenta a la familia ha escrito una lista de compras. No tengo dónde anotar las instrucciones, ahí está ella, mi escafandrosa medusa de arroyuelo, le pregunto devoto ¿A qué jugamos hoy? Y ella saca su sedoso brazo aprisionado en terciopelo y lentejuelas, con uñas astronómicas y dedos pletóricos de añillos parpadeantes y susurra en mi oído espeluznado: ¡Al Desempate! Y se abraza a mí.

Y me lleva donde se le antoja. No puedo hacer nada. Es más fuerte que yo. Que se apiaden de mí los dioses. Ella es mi patria, ella es mi pueblo. La virgen del más joder: la Política. Mi diosa endemoniada.

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