miércoles, 1 de junio de 2011

Las malas compañas son las mejores.

Cynthia Pèrou Gutiérrez
cynthia_perou@hotmail.com

Nuestra noble obsesión de reivindicación marítima está siendo conducida, de la mano de un gobierno de irresponsables, a un terreno inquietantemente delicado de argumentos muy subidos de tono. Recordemos: el 23 de marzo, el Presidente Morales anunció un cambio en la mal llamada "estrategia boliviana de retorno al mar" que señalaba que en lugar de un diálogo infructuoso bilateral con Chile, llevaríamos a dicho Estado ante los tribunales internacionales para hacer saber al mundo lo malos que son los chilenos que no nos dejan nadar soberanamente en las playas del Litoral cautivo. Un desconcertado gobierno chileno envió el mensaje en sentido de que los bolivianos debíamos elegir entre "diálogo o litigio". Como todos sabemos, a los bolivianos nos encantan los tribunales, mejor si son internacionales.

Como no hay abogados en Bolivia, el Presidente, en un brote residual de coloniaje, invitó al Juez español Baltazar Garzón para que lidere el equipo legal que llevaría a nuestro país de vuelta al Pacífico. La respuesta obvia: no, gracias. Ni modo, tendremos que conformarnos con lo que tenemos aquí no más.

Recientemente, ante el anuncio de denunciar el Tratado de Paz y Amistad de 1904 por incumplimiento ante la OEA, el Ministro de Defensa de Chile informa al mundo dos cosas: primero que Chile empleará algo más del 7% de su PIB para gastos militares, lo que equivale al 40% del PIB de Bolivia y dos, que las Fuerzas Armadas de ese país están capacitadas para defender la soberanía e integridad territorial de Chile. Más claro, agua.

Ahora bien, entendiendo a la soberanía como aquel poder que nace y reside en el pueblo y que no admite poder recurrente o poder superior, debemos comprender a cabalidad que el ejercicio de la soberanía no reside en el discurso, sino en el poder. Es decir, si quiero que me respeten no basta con decirlo, tengo que demostrar que puedo sostener mis posturas, mi posición ideológica y que, de ser necesario, usaré la fuerza para ello. Eso es poder y los chilenos, fieles a su beligerante tradición, están demostrando que tan lejos están dispuestos a llegar. De hecho, el servicio diplomático chileno se halla operando para que la OEA no tome postura sobre el tema de la "denuncia" que pretende Bolivia.

En el otro lado del ring, estamos nosotros, con discursos que tal vez no podamos sostener, no por el discurso, sino porque no tenemos el poder para hacerlo. El poder es fuerza, diplomática o militar o ambas y nosotros no tenemos ninguna, ni siquiera tenemos abogado. En un burdo intento de mandar un mensaje a Chile acerca de nuestras capacidades bélicas el gobierno invitó al Ministro de Defensa iraní, que tiene un nombre tan largo como la lista de delitos por los que se lo acusa en Argentina. Llegó y se fue, mejor dicho huyó, o mejor dicho, lo dejamos escapar. No quiero imaginarme que les hubiéramos dicho a nuestros hermanos musulmanes fundamentalistas si la INTERPOL arrestaba a este dignatario de Estado en suelo boliviano o que hubiéramos hecho si llegaba la orden internacional de captura y no la cumplíamos. ¿Con quién quedar bien, con nuestro nuevo socio lechero o con nuestro tradicional socio energético? Dilemas de un gobierno de irresponsables. ¿qué venía hacer este señor a Bolivia? Dos cosas: charlar con su colega de fechorías subversivas y también dignatario de Estado, Alvaro que seguro iban a tener unas tertulias, traductor de por medio, acerca de su explosivo pasado y dos, darle a Bolivia el respaldo militar que se requeriría en caso de que tengamos que hacer valer la fuerza militar para satisfacer nuestro fetichismo marítimo.

En uno de esos innumerables paseos por Internet, encontré una frase atribuida a un político boliviano que decía que en Bolivia sólo existen dos tipos de Presidentes: los malos y los que hablan del mar. Personalmente, estoy empezando a creer que son lo mismo.

¿Cuál será nuestra siguiente brillante idea en esta nueva "estrategia"? Espero con ansias.

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