lunes, 31 de octubre de 2011

La Carretera de la Libertad

Sergio Lea Plaza
sergioleaplaza@hotmail.co

Hace como 2500 años los filósofos griegos descubrieron, mejor dicho inventaron, que el hombre tiene algo especial que lo diferencia de los animales, "la razón", con ella podía dejar de actuar solo por instinto.

El humano, un "ser único", superior a todo otro ser viviente, estaba destinado a gobernar la tierra. La razón le serviría para desarrollar el conocimiento, buscar la verdad, y así conducirse por la senda del bien, que sería iluminada por otro invento, la moral. Y cada uno fue educado para autocomprenderse como un individuo especial y único (se creó el "yo", el "alma", la "consciencia"). Esas fueron algunas de las creencias que llevaron al hombre (el elegido de "Dios") a situarse en el centro del universo.

Desde ese sitial, todo lo que le rodeaba debía ponerse a su entera disposición y servicio, para su acumulación y disfrute. Pero al colocarse imaginariamente por arriba se separó de su entorno, rompió sus lazos con la naturaleza e hizo que unos hombres se ubiquen a su vez encima de otros, separándolos irremediablemente. Y así ¡empezó toda la tragedia!.

Resulta que la matriz de ese pensamiento se encuentra en la base de nuestra sociedad, de nuestra civilización y del orden mundial hoy reinante. Aunque muy pocos duden de la "gloriosa" historia de dos milenios y medio de un proyecto civilizatorio, que, de la mano de la razón, el progreso, la ciencia y la tecnología, sorprende y avanza cada vez más, hoy el hombre se parece más a una "cosa", a un objeto, que hace el juego perfecto de engranaje de un sistema cuyo motor central solo funciona mediante la extracción, producción y consumo compulsivo y cuyo combustible y producto a la vez no es otro que el dinero.

La dictadura de este sistema (adoptado en la práctica tanto por la derecha como por la izquierda) está destruyendo el planeta, que hoy sufre los más radicales niveles de explotación y contaminación, y, al mismo tiempo, impide que el hombre organice su comunidad, tome la palabra y participe (pues en la práctica solo tiene tiempo para "trabajar"). Y con ello, de esa forma, se imposibilita que los hombres sean libres e iguales, los ideales que tanto pregonan las revoluciones.

La libertad del hombre solo tiene sentido como operador (esclavo) de una maquinaria mayor y altamente eficiente para fascinar con sus "increíbles" avances que prometen una vida mejor, mientras mantiene los desequilibrios e inequidades ecológicas y sociales, que tarde o temprano podrían llevar al colapso global.

Pues… todo ello (obviamente dicho de manera simplista por las limitaciones de este tipo de espacio) es lo que saben los pueblos indígenas del TIPNIS en Bolivia. Por eso se oponen con tenacidad increíble a una carretera que al penetrar su territorio le abrirá la puerta al capitalismo, conllevando así una transformación irreversible de su hábitat; con el aditamento de que permitirá a su vez la expansión de la frontera agrícola de la coca y sus "derivados" hacia su territorio.

Pero… la carretera no es otra cosa que la metáfora, el símbolo del pensamiento occidental que entra en colisión frontal con el pensamiento indígena. El subalcalde del TIPNIS, Pedro Tamo, a tiempo de afirmar que a su pueblo no le interesa el dinero, declara a ERBOL "No existe la propiedad particular porque el TIPNIS es una Tierra Comunitaria de Origen (TCO) y todos son propietarios. La aspiración del indígena es comer y habitar cómodamente (cuidando el medio ambiente) en la selva y no la ganancia".

En esa perspectiva, al luchar por la protección de la vida y de su comunidad su lucha en el fondo también es por la libertad y la igualdad. Y al adquirir dimensiones nacionales, es a su vez la lucha por nuestra libertad e igualdad. Nada más y nada menos.

Y ante la arrogancia del poder en el empeño de imponer la famosa carretera, los dueños del TIPNIS, después de tomarse 66 días y recorrer 600 kilómetros, abrieron los ojos del país, desnudaron al régimen y dijeron de frente que Bolivia no ha cambiado.

Demostraron que el nuestro no es un Estado plurinacional, que, por un lado, debiera respetar las visiones de los diferentes pueblos, y, por otro, funcionar a partir de la inclusión de los sectores populares en la toma de decisiones. Pero también evidenciaron que la visión de desarrollo imperante es perfectamente compatible con el sistema capitalista, a pesar de las consignas y discursos. De la misma forma, comprobaron que la famosa defensa de la "Madre Tierra" había sido una farsa. Y, finalmente, dejaron claro que el boliviano no es un gobierno indígena y que la democracia además de caudillista, está siendo subordinada por prácticas totalitarias. Todo ello desportilló las ideas políticas que vinieron sosteniendo al régimen.

Pero el presidente pensó que se trataba de una más de las miles de las negociaciones de las que resulta siempre victorioso. Actuó como si fuera un conflicto -bajo una lógica sindical- con los maestros o los choferes, pensando que al ofrecer una majestuosa carretera todos debían quedar felices. No entendió ni la profundidad ni los efectos de la movilización indígena, que acabó arrinconándolo en plena Plaza Murillo, para lograr finalmente que asuma su error y revierta su decisión.

Quizás éste desenlace haya generado una nueva oportunidad para repensar el país, su democracia y desarrollo. De encontrar otros caminos para generar cambios. De replantear la agenda y organizar los procesos de desarrollo en función de la cosmovisión y la cultura de los diversos pueblos. No se trata de implantar un modelo utópico, e inviable por ello, se trata de articular las visiones y en definitiva de construir un país a partir de la autodeterminación de los pueblos. Con seguridad que son desafíos muy difíciles de cumplir en un mundo que impone ciertas reglas.

Pero, podría ser factible organizar las cosas tomando elementos de uno y otro pensamiento, para lograr relativizar de alguna manera esa visión antropocéntrica que, al final y paradójicamente, a nombre de la razón, la cultura, la ciencia y el progreso, podría terminar diezmando a la especie humana y a la vida misma.

La lucha indígena ha abierto la brecha… pero lo más probable es que las obligaciones de nuestro "trabajo" diario nos impidan caminar por ella. Sin embargo, los cambios podrían surgir cuando la razón menos los espere.

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