luis Fernando Ortiz Daza
lufo69@yahoo.com
Por las buenas de mí van a conseguir mucho, pero por las malas lo van a conseguir todo, es el nuevo paradigma de la educación boliviana, eso es lo que enseñamos a diario a nuestros hijos, así vamos por la vida escuchando en los medios a gobernantes, a dirigentes, miles de obsecuentes que refuerzan la conducta de hacerlo todo mediante la confrontación, un comportamiento que obliga y nos obliga a responder no dando la otra mejilla, si no buscando el rostro del otro para imponer visiones corporativistas.
Todo se puede cambiar, nada es para siempre. Es posible aún cambiar los conceptos, hoy nos enseñan en la escuela por la vida, que previamente significa hacerlo después, que hacer una ley, es para hacer otra que sea todo lo contrario, que si hoy digo algo, tengo el derecho de pensar mañana distinto. Es normal hoy en día decirles a los niños, esto no se dice, esto no se hace, esto no se toca. Les decimos hay normas en la casa y debes cumplirlas para que no haya problemas.
Lo mismo pasa en la casa grande y no sabemos cómo explicarles que pasa con la Constitución y el TIPNIS, ellos nos escuchan azorados porque les queremos explicar con la teoría de que lo que se dice, se cumple, les explicamos que hay una ley de leyes escrita con sangre y fuego, que hay una justicia e independencia de poderes, que ahora es cuando, y claro, nos salen con que es mejor que les contemos otro cuento, que es más fácil creer, que existe Papa Noel, las hadas madrinas o los pitufos (los de verdad).
En esa tónica va el cuento del TIPNIS. Sé muy bien cómo empezar, lo que dudo es cómo va a terminar. Esto empieza en los tiempos del descubrimiento, encuentro, o conquista, que antes de la llegada, era territorio indígena, claro que los que vivían aquí no se enteraron de eso, así los veían quienes llegaron de otros mares, por eso pedían a sus dioses si hubiera algún poder que les diera el don de vernos como otros nos ven. Los dioses no dan poderes, pero dan la palabra, así pasaron cientos de años y los seguimos viendo como indígenas, para que sigan siendo colonizados.
La palabra, ese don que hizo posible creer, llegó de la mano de hombres que intentaron cambiar, primero fueron quienes hablaron de inclusión, que dijeron basta de pongueaje, la tierra es de quien la trabaje, voto universal, democracia representativa y grandes avances que con el tiempo se fueron diluyendo, pero no perdiendo. Quedó en la memoria todas esas conquistas, el tiempo fue pasando, la historia y los derechos avanzando, héroes propiciaron una marcha hace no mucho y lograron que se reconocieran Tierra y Territorio, los indígenas, así llamados por nosotros, tienen tierras comunitarias de origen y allí nace el TIPNIS con el agregado de ser Parque Nacional.
Gran conquista de los conquistados, todo iba bien, nosotros sin saber mucho de ellos y ellos menos de querer saber algo de nosotros, la verdad es que con tanta maldad, quién iba a quererlo. Hasta que a alguien se le ocurrió que los habíamos olvidado, que había que sacarlos de su ostracismo, que sería bueno verlos, que habría que ver alguna manera de llegar a ellos y buscaron cómo, buscaron socios, pues era una empresa muy grande y como siempre no íbamos a poderlo hacer solos. El gigante de lado se ofreció solícito, ellos pondrían el dinero y nosotros el parque, muchos se sumaron a esta iniciativa de reencuentro, colonizadores interculturales, ofrecieron sembrar sus productos, otros sacar los árboles para poder ver el bosque, muchos más se ofrecieron para hacer ojotas con piel de lagarto, para así acabar con los depredadores y vestir de lujo a la planta burocrática estatal.
¡Ahora es cuándo! El malevo sonrió, todos festejaron, ¡no hay otra forma de llegar donde nuestros hermanos que por una carretera que llevará progreso, salud y educación!, además haciendo esta carretera los libraremos de esa humedad asfixiante que de seguro es a consecuencia del calentamiento global. Ellos, a los que aún llamamos indígenas, se calentaron, se movilizaron, se reunieron y se glorificaron organizando una marcha a pedir a los dioses que escuchen su palabra, que respeten su tierra, sus usos y costumbres.
Y partieron, hombres, mujeres, niños, niñas y ancianos, algunas mujeres con niños en sus vientres y otras madres sin saberlo perderían sus hijos, todo iba bien, sabían que era duro, pero podrían volverá repetir lo de la tierra y territorio. Hasta que a alguien se le ocurrió, no dejarlos pasar porque no era posible que ese TIPNIS sea causa de división entre hermanos y pusieron una línea divisoria entre quienes querían unir dos visiones: una visión desarrollista y otra conservacionista, esto es lo que no entendieron los indígenas, y había que hacerles entender de alguna manera y que mejor que recurrir al viejo e infalible sistema de la educación a palos, de cállate que estoy hablando, aunque para eso te tenga que tapar la boca.
Pero duros de aprender siguieron su camino, no sin antes llevarse un defensor de derechos, pero no de indígenas, tenían todo preparado, transporte aéreo y terrestre para devolverlos a su querido TIPNIS, pero no, había que seguir, la única manera de volver a su territorio era permitiendo que éste sobreviva. Llegó el día de la descolonización, los colonizadores festejaban en su plaza, los colonizados lamían sus heridas, tomaban impulso y sentían el latir del monstruo grande, el latir en las montañas de un pueblo que ruge y que cuando ataca, acaba con su presa. Ellos sabían que no eran la presa, que la presa estaba en la plaza mayor, que había un hombre llamado Gumercindio Pradera, que celebraba junto al gran hermano.
Muchos bailaban la danza del obligado, tomaban el trago del desesperado, mientras la marcha continúa, los gorilas en la niebla no sabían qué hacer, los indígenas ni con palo, ni estando mudos aprendieron, se les ofreció custodia, que era como darle a cuidar al ratón el queso, no la aceptaron, sabían que ese monstruo grande que es el pueblo, ese monstruo grande que pisa fuerte ( no la guerra de León) los iba a salvar, los iba a esperar con todo, con ese amor de hombres, mujeres, niñas y niños que sólo saben ser solidarios, pero que saben que quienes creen que saben no saben nada..
Llegaron, los recuerdos me pueblan los ojos de lágrimas, como ese día, que si se juntaban todas se formaba un arroyo cristalino como el de nuestro querido TIPNIS, tan lejos y tan cerca de ser salvado a la vez. Lo demás es cuento, fueron recibidos como héroes por la gente, despreciados por el malevo Gumercindio que preparaba otro cuento. Y pasaron los días y se fueron con una ley corta, como corta es la esperanza de que se cumpla y están allá, de nuevo listos para marchar, para reiniciar una verdadera historia que no sabemos cómo terminará.
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