lunes, 11 de junio de 2012

LA CRISIS GLOBAL DE LA POLITICA

Armando Méndez Morales
amendezmo@yahoo.es

Detrás de la grave crisis financiera de la Unión Europea se esconde la crisis política de larga data. La crisis financiera es consecuencia de un crónico y persistente incremento del gasto público para financiar el Estado del bienestar, el mismo que fue financiado con deuda. En la economía la gente genera ingresos mayores que su consumo y que los ahorra. En condiciones normales la gente presta sus ahorros en los mercados privados para que otros adquieran bienes de inversión, de esta manera la economía se expande continuamente. Sin embargo, toda inversión tiene riesgos, así como se puede ganar se puede perder, por lo que el inversionista es sensible a todo aquello que pueda significarle pérdidas. Los ahorristas no están siempre dispuestos a prestar a los inversionistas ni estos están invariablemente dispuestos a correr los riesgos de la inversión. En este escenario aparece el estado como un demandante de ahorros, bajo el principio de que "el estado nunca quiebra", por lo que algunos ahorristas prefieren prestar sus recursos al estado, en lugar de destinarlos a riesgosas inversiones privadas.

La historia económica del siglo XX es la historia del endeudamiento público y sus secuelas. Si bien, por un lado, esto aseguró que todo ahorro privado se gaste con lo que la actividad económica se dinamice continuamente, que la gente mejore substancialmente su nivel de vida, por otro lado, la permanente y creciente demanda de ahorro financiero por parte del estado explica el continuo incremento de precios de esta deuda. Y no sólo de esta sino al fin de todo tipo de deudas.

Recordemos que todo se vende y toda se compra a un precio. A esta ley económica no escapa la compra y la venta de deuda pública. Si continuamente los gobiernos se constituyen en demandantes de crédito, entonces esta actitud hace subir también continuamente sus precios, lo cual ha sucedido durante el siglo XX y hasta ahora. Pero el aumento de la deuda pública no puede ser eterno, en algún momento la gente percibe que los estados están incrementando demasiada deuda que puede ser impagable. Basta que se presente algún problema económico, como el vivido durante el año 2007 que destapó una crisis en el mercado de hipotecas de alto riesgo en EEUU, para que surjan las expectativas negativas, venga el efecto contagio, caigan los precios de los activos financieros. En este escenario los gobiernos comienzan a tener dificultades en conseguir recursos para financiar sus crecientes gastos desnudando sus debilidades. Viene la crisis fiscal.

Como nunca en el siglo XX se vio una expansión de la importancia de la política en la vida de los pueblos y con ello del gasto público. Vivimos las dos conflagraciones bélicas más grandes que registra la historia de la humanidad. Se creo la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y una gran variedad de organismos internacionales. Y todo esto implica un gasto enorme de recursos públicos que las naciones tienen que aportar para su funcionamiento.

Con la irrupción, primero, de la revolución rusa que reinstauró y generalizó el rol dominante del estado en la actividad económica, luego la grave depresión económica de 1930 y de las dos guerras mundiales, el resultado fue que a partir de entonces el papel de los estados y de la política se hizo creciente. Esto generalizó el abundante uso de recursos económicos.

En la América Latina, la Comisión Económica de América Latina (CEPAL), organismo dependiente de las Naciones Unidas, se encargó de difundir el equivocado planteamiento de que en la región no existía un verdadero espíritu empresarial privado por lo que el estado debía convertirse en el motor del desarrollo, sobre la base de su conocido y fracasado "modelo de sustitución de importaciones". Con este propósito se generalizó en la región el intervencionismo estatal en la economía y las políticas económicas para todo. Así los gobiernos comenzaron a desarrollar e implementar la política industrial, política comercial, agropecuaria, minera, de hidrocarburos, energética, de transportes, financiera, de vivienda, educación, salud, deportes, etc, etc. De esta manera en todas partes de América Latina los estados expandieron sus aparatos de gobierno y de normas, crearon ministerios para implantar las políticas sectoriales, bajo la creencia ideológica de que la política y los estados son capaces de diseñar y llevar a cabo el desarrollo económico de los pueblos. Lo concreto fue que en todos los países se expandió desmesuradamente el gasto público y con ello el endeudamiento, que hizo crisis en la década de los años 80 del siglo XX.

De manera paralela a la politización en el mundo se ha ido produciendo otro, el de la globalización económica y el de la transnacionalización. Los intereses de estos últimos han ido frenando al nacionalismo, obligando a los estados hacia la apertura económica, han presionado para la firma de tratados de libre comercio que les permita trasladar sus recursos de un país a otro, y con esto ha mejorado el bienestar de la gente.

La globalización y la transnacionalización de la economía han permitido la transferencia del capital y de la tecnología de los países con altos salarios a países de bajos salarios, como los del Asia, iniciando el desarrollo económico más vertiginoso jamás registrado en la historia. Este proceso económico es el que explica la gran expansión de la economía desde mediados del siglo XX, que ha tenido que enfrentarse constantemente con los intereses políticos de las naciones que, por lo general, actúan como fuerzas retrogradas.

Alvin Toffler en su obra: "La revolución de la riqueza", grafica muy bien lo indicado: Mientras las empresas norteamericanas corren a 160 Km. por hora en la autopista del desarrollo, la burocracia norteamericana y sus reguladores son como elefantes en esta autopista, sólo alcanzan a un 40 por ciento de la velocidad de las empresas. Pero aun peor, las organizaciones internacionales son aun más lentas e ineficaces, tienen una velocidad que sólo alcanza al 6 por ciento de la velocidad de las empresas. Ni que decir de las estructuras políticas de los países desarrollados, avanzan –si es que avanzan- a cinco kilómetros por hora. La política es un paquidermo en el mundo de la modernidad.

Estamos tan acostumbrados a la hipertrofia de las asambleas y reuniones de carácter internacional que no nos percatamos que es un mal gasto de recursos y de completa ineficacia. Se sabe que la burocracia internacional es bien remunerada lo que no guarda relación con su baja productividad. Confirmando la crisis de la política ya es común que paralelamente a las reuniones internacionales de los "políticos del establishment", se reúnan las "cumbres sociales" de los informales representantes de los "movimientos sociales", precisamente para cuestionarles su legitimidad y eficiencia.

En la primera semana de mayo del año en curso se ha llevado a cabo en la ciudad de Cochabamba una de las tantas e inútiles asambleas de la OEA, la 42. Tenían 85 temas para el debate, que se supone algunas ameritaban resoluciones. ¿Tendrán alguna utilidad? Paralelamente se llevó a cabo una "cumbre social". Lo destacable de esto es que el anfitrión de la asamblea de la OEA, el Presidente Morales, confirmando la crisis global de la política, ha estado presente en las dos ineficaces reuniones: en la formal y en la informal.

Pero todo esto tiende acabar, la crisis de la deuda pública del mundo desarrollado obligará a la reducción del gasto público. Quienes muy pronto verán el efecto de la "austeridad", que ineludiblemente se tiene que imponer en Europa, serán los organismos internacionales y sus insípidas reuniones que verán de pronto ya no contar con las generosas contribuciones de los países desarrollados para su funcionamiento, que siempre fueron hechas con cargo a la deuda pública, hoy hipertrofiada.

La crisis europea desnuda el verdadero problema y la solución: la política es la actividad dominantemente del privilegio, del enfrentamiento y del engaño; la economía es la actividad que explica la creación de riqueza, el desarrollo y el bienestar de los pueblos.

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