viernes, 13 de marzo de 2009

ENVIDIA A LA BOLIVIANA

Germán Mazuelo-Leytón
german_mazuelo_leyton@yahoo.com

Que la envidia parece ser "el motor principal de las acciones humanas"-como lo afirmaba el filósofo Miguel de Unamuno-, lo demuestran los procesos eleccionarios, desde la conformación de centros de estudiantes de universidad, hasta la verificación de nuestras elecciones locales o nacionales, que se convierten "en la gran fiesta de la envidia", pues se ponen de manifiesto el insulto, la agresión, la descalificación, la antipatía, que vienen a ser como hijos de la envidia.

El envidioso ve con malos ojos el bien del otro, porque le parece un estorbo a su propia gloria y engrandecimiento. No sólo la envidia en cuando desear algo que uno no tiene, sino una permanente situación de desconsuelo por no poseer lo que otros tienen, y de ahí afloran las antipatías y odios, las alegrías ante los males ajenos y las tristezas por los triunfos de los demás.

Necesariamente tenemos que recurrir a las primeras páginas de la Sagrada Escritura, ya que es en ellas donde la serpiente manifiesta su deseo de poseer el amor divino y la preferencia que la primera pareja tiene ante Dios, unas cuantas líneas más recorriendo el Génesis, y aparece la envidia en las personas de los hermanos Caín y Abel que lleva al primero a cometer el horrendo crimen de aniquilar a su inocente hermano.

La eliminación de aquel cuyas acciones nos envidian puede darse de muchas maneras: mediante el chisme, la calumnia, la difamación, el gozo del mal ajeno, la desavenencia y hasta el odio, o, lo que en términos actuales podríamos llamar "la aniquilación de imagen", es por eso que San Pablo considera al envidioso como persona reprobable. La envidia es como la raíz de muchas y vergonzosas acciones que se apoderan de la persona.

Alcides Arguedas, sin cegarse por un falso patriotismo, había escudriñado en la historia de nuestra Independencia y de los siguientes años, para sacar las tristes conclusiones sobre el carácter colectivo de Bolivia. No gusta quizás leer sus escritos, porque la verdad hiere y, mal que bien, nos alimentamos de victorias ficticias y grandezas inexistentes. Justamente, Arguedas fue maldecido por esa su sinceridad, hasta el punto de condenar sus obras a no ser leídas.
Arguedas describió la envidia en Bolivia, de la siguiente forma: "Todo el que triunfa en cualquiera esfera, engendra en otros no solo odio violento, sino una envidia incontenible, o mejor, la envidia engendra odio. Aspírase a una nivelación completa y absoluta. Quien sobresale, aunque sea una línea, sobre un conjunto así modelado, en vez de simpatía despierta agresiva irritabilidad".

Mariano Baptista Gumucio, hace una interesante relación genealógica de los hechos políticos surgidos de la envidia en nuestra historia republicana; cito lo siguiente: "Este ambiente no permite que en Bolivia haya sinceridad ni justicia, ni hombría de bien, ni deseo de superación, en nada, y en nadie… Y, si además de saber mentir, somos envidiosos y mezquinos, igualitarios por lo bajo: enemigos del águila porque vuela y de la luciérnaga porque brilla: si tenemos la reserva y timidez del indio y la fanfarronería del español, degenerada en nosotros en procacidad y verborrea, ¿cómo vamos a permitir que haya entre nosotros espíritus que brillen con luz propia? ¿Cómo permitir, nosotros, que tenemos el alma más fea y gelatinosa que el ala escalofriante de un murciélago, que haya un ser que ponga en evidencia, por contraste, la radiante blancura de su belleza, ante la lóbrega tristeza de nuestra fealdad? No: eso no podemos permitir. Por eso en cuanto asoma un simple vislumbre de espíritu con alas, que pueda cernirse con el azul, y allí contemplar cómo nos arrastramos vermicularmente en tierra, lo primero que hacemos es arrojarle al rostro el salivazo de nuestra envidia y el lodo de nuestro rencor" ("Otra historia de Bolivia", cap. "Los envidiosos").

Sí, en los grandes crímenes y atropellos de nuestra historia, aparece insinuante la envidia, como autora de maldades, la envidia de las naciones contra las naciones, de los grupos sociales contra similares, de las personas individuales entre sí. Podría decirse que la envidia es la podredumbre de los individuos y el veneno de las sociedades.

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